lunes, 15 de junio de 2009


VOLVERÁN LAS OSCURAS GOLONDRINAS
EN TU BALCÓN SUS NIDOS A COLGAR
Y OTRA VEZ CON EL ALA A SUS CRISTALES
JUGANDO LLAMARÁN.
(GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER)

Hacía ya tiempo que no hablábamos exclusivamente de cine. Y la ocasión viene de la mano de una inquietante y turbadora película sueca, Déjame entrar. Aviso de navegantes: si las historias de vampiros que os atraen vienen con la marca de los insustanciales chupasangres de Crepúsculo, evitad este largometraje que, sin saltarse muchos de los tópicos del género, sí supone una vuelta de tuerca incómoda a la par que sugestiva.

Vampirismo, acoso escolar, pérdida de la inocencia y desestructuración familiar son algunos de los temas que el realizador Tomas Alfredson y el guionista John Ajvide Lindqvist ofrecen en este excelente largometraje. Resulta imposible permanecer indiferentes a la relación que se establece entre el adolescente Oscar y la niña-mujer-vampira Eli: el deseo sexual aún no identificado, la lealtad más allá de los convencionalismos, el dolor ante la diferencia, los deseos incontrolados de matar (como defensa o como forma de sobrevivir), los sueños rotos... nutren este juego afectivo de matices que muchos calificarían de insanos y no son más que fiel reflejo de una realidad que nos azora con eufemismos sociales (o políticamente correctos).

No quiero desvelar más detalles. Muy en serio, perráncanas y perráncanos: si podéis pasarlo mal con este filme, no desaprovechéis la ocasión. Entonces comprenderéis el porqué de las golondrinas que tocarán, con su ala, los cristales.

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