jueves, 13 de octubre de 2016


CADA VEZ QUE TE ENCUENTRES
DEL LADO DE LA MAYORÍA,
ES TIEMPO DE HACER UNA PAUSA Y REFLEXIONAR.
(MARC TWAIN) 

Vuelvo al cine para encontrarme con un Tim Burton desinflado, descafeinado, muy acomodado en los logros del pasado. Y eso que se trata de uno de los directores a los que les pongo fácil el hecho de contentarme. Y eso que desconozco por completo (lo que subraya mi nulo condicionamiento o frustradas expectativas) la obra de Ransom Riggs en la que se basa y de la que (¡oh, horror!) se abre esta franquicia cinematográfica.

El hogar de miss Peregrine para niños peculiares deviene en un episodio pseudo-gótico de los Jóvenes Talentos del profesor Xavier (sí el de los X-Men) con todos sus ingredientes (incluso los bucles temporales para jugar a los días del futuro pasado). 

Después de un tramo inicial de la película muy mejorable en cuanto a despertar el interés del espectador, el filme remonta un poco con las escenas de acción finales. De ese conjunto frenético que compone el impulso rescatador del joven protagonista, destaco (curiosamente) el combate (con efectos casi artesanales) de los esqueletos, el cual trajo a mi memoria dos películas que forman parte de mi imaginario: Jasón y los argonautas (1963), dirigida por Don Chaffey, y El ejército de las tinieblas (1992), dirigida por otro de mis favoritos, Sam Raimi.

Otro momento igualmente destacable es el viaje de Jack y Emma al interior del barco hundido. Y subrayaré también que me quedo, por inquietantes, con los personajes de los Gemelos.

Y ya está, que tampoco esto es una tesis doctoral.

¡Hasta pronto!