sábado, 24 de octubre de 2009


EL RELOJ DE LA VIDA SE ACABA DE PARAR.
YA NO ESTOY EN EL MUNDO.
LA TEOLOGÍA ES SERIA:
EL INFIERNO ESTÁ, CON CERTEZA, ABAJO,
Y EL CIELO ARRIBA.
ÉXTASIS, PESADILLA,
DORMIR EN UN NIDO DE LLAMAS.
(ARTHUR RIMBAUD)

Una vez más debo comenzar pidiendo disculpas, perráncanas y perráncanos, por la extrema tardanza en actualizar. En esta batalla contra el tiempo, parece que el Inexorable tiene muchas batallas que ganar. No obstante, hoy nos hemos concedido una frágil tregua y, por fin, os comento qué opinión me merece Ágora, de Alejandro Amenábar.

Ágora es buen y correcto cine. Amenábar (aquí viene mi deformación profesional) aprueba aunque no nos ha ofrecido otra obra sobresaliente, ni siquiera notable. Mi ejercicio crítico de hoy seguirá una estructura similar al que en su día le otorgué a Malditos bastardos, de Quentin Tarantino.

A favor de Ágora:

1. Indudablemente, el trabajo de documentación y recreación de la Alejandría del siglo IV, hecho en el que incluyo la labor de vestuario. Mi admiración babeaba cuando mi vista contemplaba esos grandes planos generales que recogían la vida de tan, a la par, certera y mítica ciudad.

2. La banda sonora, compuesta por Dario Marianelli, contribuye a la creación de la atmósfera, de las sugerencias. Lo épico y lo lírico encuentran unas notas favorables, si bien no impactantes, para subrayar los episodios reflejados en la cinta.

3. Algunos encuadres de cámara resultan estremecedores, como todos aquellos planos en picado, aéreos, que nos muestran las escenas de las masas humanas febriles a causa una idea, masas humanas que se antojan colonias de insectos dispuestos a devorar y a devorarse.

En contra de Ágora:

1. El maniqueísmo del mensaje logra que el filme, en conjunto, pierda fuerza emocional. Por supuesto que alabo la decisión de Amenábar de mostrar que la intolerancia es patrimonio intemporal de todas las culturas y religiones, pero es tan insistente, tan reiterativo en el argumento, que le resta de otras posibilidades cinematográficas. Amenábar, recuerda que este maniqueísmo en las estructuras narrativas o dramáticas ya quedó superado allá por las postrimerías del siglo XIX (que le pregunten a Galdós, si se duda). Con todo, en mi malevolencia, me hace gracia que los peores "de la casa" sean los cristianos.

2. El mismo maniqueísmo afecta, como es lógico, a los personajes. El trío protagonista (Rachel Weisz, Max Minghella y Oscar Isaac) cumplen con lo que se les pide, y el resultado es, quizá, la galería más numerosa de personajes planos del cine más reciente. Ni siquiera los altibajos en el carácter de Davo, el esclavo de Hipatia (Max Minghella), me resultan verosímiles.

3. No hallo en el texto ninguna frase antológica. Ningún diálogo quedó en mi mente. Lo repito: el guión (escrito entre Amenábar y Mateo Gil) carece de emoción. ¿Y si éste fue el propósito, me pregunto?

4. Por último, encuentro igualmente la estructura narrativa con defectos, con descompensaciones, con lagunas o con excesivas gotas de explicaciones.

Dicen que Ágora ha sido la película más cara de la historia del cine español. Me temo que, a este paso, será también la más cuestionada, ya sea en lo bueno o en lo malo, en la salud o en la enfermedad.

¡Hasta pronto -confío-, cinéfilos cinéfagos!

domingo, 18 de octubre de 2009


SONIDOS DIMINUTOS SE HAN LLEVADO
UN SUEÑO Y OTRO SUEÑO ME HAN DEJADO.
(JOSÉ GARCÍA NIETO)

Ando pensativo últimamente. Incluso me ha dado por volver a escribir de manera constante (mira tú por dónde andaba la Musa) y por revisar pretéritos escritos. Y si le añadimos que, para más inri, también leo compulsivamente, no es de extrañar mi paisaje interior. Así que esto es lo que hoy os ofrezco, perráncanas y perráncanos.

Para empezar un poema firmado por Ramón de Garciasol, que resume perfectamente lo que experimento (siempre me enrabia que otros hayan expresado mucho mejor que yo los pensamientos que compartimos):

Este sufrir y callar,
este parecer distante,
este sonreír y estar
en pie, sereno el semblante.

Y el hambre de preguntar,
y el silencio impresionante,
y tener que caminar,
ya camino y caminante.

Qué maravilla de síntesis poética. Ésta es mi aportación personal. Se trata de un brevísimo texto en prosa que feché el 31 de marzo de 2007, en un trayecto en autobús entre Pisa y Venecia:

Tanto tiempo empleado en fijar el distanciamiento y percibir hoy, entre las gotas de lluvia, que nada me pertenece; que, ante la grandiosidad de lo que otros alcanzaron, yo intuyo la corrosión de mi espíritu ya cansado -tal vez hastiado- de avanzar en la destrucción y retroceder en la creación.

Es inútil enfrentarse con quien ahora conoce de antemano que la derrota vigila expectante. Y más si ese alguien soy yo mismo, cubierto por el verdor de una sonrisa improvisada.

Postdata 1: Cuando escriba mi comentario sobre Ágora, de Alejandro Amenábar, comprobaréis que éste se moverá por idénticos lugares.

Postdata 2: Los resultados de la encuesta son el reflejo de las nuevas dos Españas: el 50% se muestra preocupado por la crisis económica y el otro 50% por la crisis (¿ya superada?) del matrimonio de la Esteban. Ésta es la realidad, aunque nos pese.

Hasta pronto, perráncanas y perráncanos.

martes, 13 de octubre de 2009


UNO DE LOS EFECTOS DEL MIEDO
ES TURBAR LOS SENTIDOS
Y HACER QUE LAS COSAS
NO PAREZCAN LO QUE SON.
(MIGUEL DE CERVANTES)

Me he demorado. Lo admito. La semana se presentó cargadita y se remató con el puente del Pilar. Y dispuse de poco tiempo.

Para hoy (y a la espera de disfrutar -espero- de Ágora, de Alejandro Amenábar) la prometida crítica de Jennifer's Body, la cual se soluciona de forma rápida.

Y hela aquí: filme recomendado para los incondicionales seguidores de series como Buffy Cazavampiros o Sobrenatural, por citar dos ejemplos entre docenas. Ni siquiera puede afirmarse que el replanteamiento de la adolescencia como un periodo infernal o demoníaco resulte original, puesto que la fórmula, en manos de sus guionistas, se antoja ya algo devaluada. Únicamente se salvan de la quema algunas réplicas ingeniosas que se muestran en los diálogos y sus -creo- nulas pretensiones de ofertar un producto sólido para la posteridad (de aquí sus continuas referencias a películas ya reconocidas, como es el caso de Posesión infernal, una pequeña obra maestra del genial Sam Raimi). No obstante, el largometraje se deja ver y se disfruta a pesar de sus reiteraciones de género.

Un saludo, perráncanas y perráncanos.

lunes, 5 de octubre de 2009


LA LITERATURA, Y LAS LETRAS EN GENERAL,
HIDRATAN LA PIEL
Y MANTIENEN LA APARIENCIA DE JUVENTUD.
(MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN)


Y le llega el turno a Los sustitutos. Bruce Willis vuelve a salvar el mundo.
La fórmula es sencilla: para crear esta película combínense varios filmes anteriores (La invasión de los ladrones de cuerpos, Inteligencia Artificial, Yo, Robot y, de forma especial, Blade Runner), dótesele de un supuesto mensaje (algo descafeinado en este caso, por cierto) y se logrará una peliculita menor con la que pasar el rato.
Y nada más.
Lo mejor de la función: las risas que se pueden echar viendo a Bruce Willis con sus apéndices capilares (ese rubio áureo, por Dios) y con las capas de maquillaje que sirven para recrear su doble robótico.
Lo peor de la función: la sensación de que el largometraje queda desaprovechado. ¡Cuántas posibilidades desperdiciadas! ¡Cuántas paradojas insinuadas y en nada cuajadas!
Esta semana, veré una de terror: Jennifer's Body. A ver si salgo más contento.
Por lo demás... ¡Adoro Granada!