sábado, 30 de agosto de 2008


CUANDO SALE LA LUNA SE PIERDEN LAS CAMPANAS
Y APARECEN LAS SENDAS IMPENETRABLES.

(FEDERICO GARCÍA LORCA)


Ya han pasado veintiún años.

Por aquel entonces, el día de antes, hubo muchísimos planes.

Por aquel entonces, el día de después, se supo que nada saldría adelante.

Y hoy vuelve aquella canción que tantas veces cantamos:


Un día más me quedaré sentado aquí,
en la penumbra de un jardín tan extraño.
Cae la tarde y me olvidé otra vez
de tomar una determinación.
Esperando un eclipse me quedaré.
Persiguiendo un enigma al compás de las horas.
Dibujando una elipse me quedaré
entre el sol y mi corazón.
Junto al estanque me atrapó la ilusión.
Escuchando el lenguaje de las plantas
he aprendido a esperar sin razón.
Soy metálico en el jardín botánico.
Con mi pensamiento
sigo el movimiento de los peces en el agua.
Un día más me quedaré sentado aquí,
en la penumbra de un jardín tan extraño.
Cae la tarde y me olvidé otra vez
de tomar una determinación.
Esperando un eclipse me quedaré.
Persiguiendo un enigma al compás de las horas.
Dibujando una elipse me quedaré
entre el sol y mi corazón.
Soy metálico en el jardín botánico.
Con mi pensamiento
sigo el movimiento de los peces en el agua.
Con mi pensamiento
sigo el movimiento de los peces en el agua.
Con mi pensamiento
sigo el movimiento de los peces en el agua.


Tú pones la música... Por ahí estará tu guitarra.

miércoles, 27 de agosto de 2008


EL ECO TE RESPONDE PERO NO TE ESCUCHA.
(PROVERBIO CHINO)


Otros poquitos detalles que definen mi relación íntima con el mundo del cine.


Detalle "¡Cuánto sugiero con tan poco!"(2): En la escena final de Vacaciones en Roma (1953), de William Wyler, la princesa (Audrey Hepburn) acaricia el corazón del periodista (Gregory Peck) con tan sólo una mirada y una sonrisa. Así, la pantalla se llena de un sentimiento amoroso que no alcanzará su plenitud. Un final infeliz no exento de belleza.


Detalle "¡Qué pedazo de actriz!"(2): Greta Garbo en Ana Karenina (1935), de Clarence Brown, emociona con su pose señorial. Pocas veces la historia de un adulterio (más que justificado) ha contado con un rostro tan sereno, incluso en la decisión de abandonar a su hijo (¡cuánta amargura contenida!) o en el destino final de la protagonista (que se presenta al espectador al poco de comenzar el filme).


Detalle "¡Vaya cosa que te ha dicho!"(2): En Robocop (1988), de Paul Verhoeven, se inicia una campaña de presentación en sociedad del policía robotizado. La televisión nos lo presenta rodeado de mocosos, que lo siguen asombrados. A la pregunta del periodista: "¿Quiere decirle algo a los niños?", Robocop (Peter Weller) responde: "No os metáis en líos".


Detalle "¡Los cameos me camelan!": Impagables los numerosos cameos de El último héroe americano (1993), de John McTiernan (película, además, a reivindicar, en la que el cine de acción se ríe del cine de acción). Sólo por citar algunos guiños: Sharon Stone en Instinto básico, Robert Patrick en su papel de T1000 en Terminator 2, Tina Turner, Anthony Quinn, un digitalizado Humphrey Bogart, etc., etc.


Detalle "¡Mira quién baila!": Indescriptible el baile (un tango sui generis) que se marcan Raúl Julia y Anjelica Huston, como Gómez y Morticia, en La familia Adams 2: La tradición continúa (1993), de Barry Sonnenfeld. Ojo a las almejas recicladas en castañuelas. Pero, ¿qué se puede esperar de una familia que llama Pubis a su hijo recién nacido?


Y detalle "¡Eres una niña mala!": Todas las intervenciones de una precoz Kirsten Dunst (Claudia)en Entrevista con el vampiro (1994), de Neil Jordan, obligan a la revisión del mito de Lolita gracias a las genialidades de esta niña vampira que se siente mujer chupóptera.


Y nada más por hoy.


domingo, 24 de agosto de 2008


TODOS LOS REGALOS REQUIEREN SU PEQUEÑO SACRIFICIO,
QUE ES LO QUE LES DA VALOR.

(RÉPLICA DEL CARTERO OTTO EN LA PELÍCULA SACRIFICIO,
DE ANDREI TARKOVSKI)


Ante las incertidumbres, valga este poema de Jorge Guillén incluido en su obra Clamor y que se titula "Los intranquilos":


Somos los hombres intranquilos
en sociedad.
Ganamos, gozamos, volamos.
¡Qué malestar!

El mañana asoma entre nubes
de un cielo turbio
con alas de arcángeles-átomos
como un anuncio.

Estamos siempre a la merced
de una cruzada.
Por nuestras venas corre sed
de catarata.

Así vivimos sin saber
si el aire es nuestro.
Quizá muramos en la calle,
quizá en el lecho.

Somos entre tanto felices.
Seven o'clock.
Todo es bar y delicia oscura.
¡Televisión!

miércoles, 20 de agosto de 2008


¿POR QUÉ DAN MENOS TRISTEZA LAS TUMBAS ANTIGUAS QUE LAS MÁS RECIENTES?

(GIORGIO BASSANI: EL JARDÍN DE LOS FINZI-CONTINI)


Le llega el turno a El caballero oscuro (2008), dirigida por Christopher Nolan, el enésimo acercamiento al personaje de Batman. Me veo en un brete, porque todo lo que he leído y visto no hace más que corroborar lo que pienso de la película y no voy a poder aportar nada original.

No obstante, quiero dejar constancia de que me parece, hasta la fecha, el mejor filme realizado sobre este particular héroe (sin desmerecer las dos entregas iniciales ochenteras de Tim Burton, fruto de una visión muy personal y de una mentalidad tremendamente particular que yo siempre he admirado y envidiado). Incluso llego a considerar que con esta película se redimen del innecesario Batman Begings de hace unos años.

Vamos, que hasta me he creído a Christian Bale embutido en la personalidad de Bruce Wayne-Batman, hasta hoy el escollo que más me chirriaba: la elección de los actores que habían de encarnar a mi super-héroe favorito.

Pero (siempre hay un pero), el verdadero rey (y no bufón, a pesar de su papel) de la función es Heath Ledger: indudablemente su recital como el Joker va a convertirse en una de las aportaciones más geniales a este imaginario. Y da miedo, mucho miedo, porque nos ofrece a un psicópata y sociópata, cuyo único objetivo es sembrar el caos (¡por fin un malvado que no necesita justificar lo que hace!), en pleno estado de gracia. Imborrable el enfrentamiento del Joker con Batman en las dependencias de la policía, como imborrable el acto de seducción hacia el mal que comete en el hospital con el fiscal Harvey Dent (Aaron Eckhart), a puntito de convertirse en el villano Dos Caras. Por cierto, alucinante la caracterización lograda con Two Faces, aunque me quedo con la del Joker, tan sólo alcanzada con unos pésimos trazos de maquillaje.

Hasta me atrevo a decir que, en esta película, lo menos importante son los efectos especiales (que también los hay, oiga, y muy buenos). Lo que merece la pena es comprobar que la frontera entre el Bien y el Mal es muy frágil y que, además, en ocasiones es imposible distinguir estos conceptos (se aproximan tanto que incluso se confunden). Ni siquiera me afecta que la función dure dos horas y media.

En resumen: de alu-cine.


Para acabar, inicio una breve sección en la que recuerdo y apunto los mejores detalles que, desde mi lacerado juicio, han contribuido a mi pasión por el séptimo arte.


Detalle "¡Qué pedazo de actor!": Ya lo he dicho. Impagable la creación del Joker que nos ha regalado el malogrado Heath Ledger en El caballero oscuro (2008). ¡Óscar póstumo ya!

Detalle "¡Qué pedazo de actriz!": Si Annette Bening me resultó simplemente genial en American Beauty (1999), de Sam Mendes, igualmente se sale en Recortes de mi vida (2006), de Ryan Murphy, interpretando a una trastornada (personalidad bipolar) madre.

Detalle "¡Cuánto sugiero con tan poco!": El baile-contoneo-sonrisa final que Lauren Bacall dedica a Humphrey Bogart en Tener y no tener (1945), de Howard Hawks. ¡Los pelos como escarpias me se ponen ante tal magnitud de sensualidad!

Detalle "¡Vaya cosa que te he dicho!": Cada vez que escucho a Hannibal Lecter (Anthony Hopkins) decir "Quid pro quo, agente Starling", en El silencio de los corderos (1991), de Jonathan Demme, saltan chispas a mi alrededor.

Detalle "¡Qué estupidez de lagrimita!": Mira que he visto veces la película ¡Qué bello es vivir! (1946), de Frank Capra, y que me sé el final punto por punto, pero ¡qué emotiva la escena en la que James Stewart (otro pedazo de actor) se reconcilia consigo mismo y con el mundo!


¡Basta por hoy!

miércoles, 13 de agosto de 2008


¡DIVINIDAD DEL INFIERNO!... CUANDO LOS DEMONIOS QUIEREN SUGERIR LOS MÁS NEGROS PECADOS, PRINCIPIAN POR OFRECERLOS BAJO LAS MUESTRAS MÁS CELESTIALES.

(RÉPLICA DE YAGO EN OTELO, EL MORO DE VENECIA,
DE WILLIAM SHAKESPEARE)


Adoro a Shakespeare. Es de los pocos (¿o acaso el único?) que eleva las pasiones humanas a la categoría de pulsiones divinas, en el sentido no judeo-cristiano del término. Los personajes de Shakespeare integran un nuevo Olimpo de conductas extremas, al que han accedido después de destruir las ambigüedades de su humanidad.

Valga como ejemplo el verdadero protagonista de Otelo, el alferez Yago, renovado Hermes, cuyas mentiras ensangrentarán en profana eucaristía todas sus ansias de realización. Yago no ama, Yago manipula, Yago destruye... ¿sólo por envidia?, ¿sólo por medrar?... ¡No! Yago halla en sus acciones la complacencia de saberse, por encima de las debilidades humanas, un ser superior que, incluso, en su más recóndito pensamiento, se sabe también víctima propiciatoria. Yago es superior a cualquier logro temporal, porque él lo que persigue es reafirmar su inmortalidad.

Leed a Shakespeare, degustad cualquiera de sus obras. Salpicaos con la sangre de los superiores.

¡El teatro de Shakespeare es la liturgia de los condenados!

viernes, 8 de agosto de 2008


DICEN QUE EL TIEMPO LO CURA TODO,
PERO... ¿Y SI EL TIEMPO ES LA ENFERMEDAD?

(UNO DE LOS MONÓLOGOS INTERIORES DE LA PELÍCULA
EL CIELO SOBRE BERLÍN,
DE WIM WENDERS)


Rima LXXIX de Gustavo Adolfo Bécquer, según mi poco juicio, insuperable:


Fingiendo realidades
con sombra vana,
delante del Deseo
va la Esperanza.
Y sus mentiras
como el Fénix renacen
de sus cenizas.


lunes, 4 de agosto de 2008


LOS LEJANOS Y LOS MUERTOS RESUCITAN, SE MUESTRAN COMO LA ESFERA DEL RELOJ O SE MUEVEN COMO MIS MANECILLAS, YO MISMO SOY EL RELOJ.

(WALT WHITMAN: CANTO DE MÍ MISMO)


Más crítica de cine, aunque breve (no precisa más la película de marras).

Hoy: La momia 3: La tumba del Emperador Dragón.

Claro ejemplo de espectáculo y entretenimiento. Los efectos especiales (magníficos, todo hay que decirlo) se comen todo lo demás. No desmerece la actriz Maria Bello, que pone nuevo rostro a la esposa del aventurero y arqueólogo Alex O'Connell (Brendan Fraser), pero, sin duda, lo que cuenta es el envoltorio y no el trabajo actoral.

Acción, acción y más acción (disparos, artes marciales), algo de humor y tres historias de amor intentan dar sentido al guión.

Para pasar un rato sin más pretensiones (lo que también se agradece).

Con todo, me quedo con las andanzas del calvorota Imhotep, especialmente con las de la primera entrega de la serie.

viernes, 1 de agosto de 2008


CUENTAN DE UN SABIO, QUE UN DÍA TAN POBRE Y MÍSERO ESTABA, QUE SÓLO SE SUSTENTABA DE UNAS YERBAS QUE COGÍA. ¿HABRÁ OTRO, ENTRE SÍ DECÍA, MÁS POBRE Y TRISTE QUE YO? Y CUANDO EL ROSTRO VOLVIÓ, HALLÓ LA RESPUESTA, VIENDO QUE IBA OTRO SABIO COGIENDO LAS HOJAS QUE ÉL ARROJÓ.

(CALDERÓN DE LA BARCA: LA VIDA ES SUEÑO)


Tres anécdotas acerca de Aristóteles. Por curiosidad. Y, si sirven para algo, pues mejor.


En presencia de Aristóteles, un charlatán hablaba y hablaba sin tomarse un respiro. Cuando hubo terminado, el charlatán le preguntó a Aristóteles:

- ¿No te asombras de mi elocuencia?

Y respondió éste:

- Me asombra sólo una cosa: que se tengan orejas para oírte cuando se tienen pies para huirte.


En otra ocasión un nuevo charlatán hablaba con Aristóteles. El charlatán no acababa su discurso y, como Aristóteles no pronunciaba ninguna palabra, el hombre creyó que sus palabras no agradaban al filósofo.

- Quizá te aburro con cosas de poca importancia que pueden distraerte de tus importantes pensamientos.

- ¡Oh, no! Puedes continuar porque hace mucho rato que no te escucho.


Un día le preguntaron a Aristóteles como se podía juzgar si un libro era bueno o malo. Éste respondió:

- Debes fijarte en tres cosas: primero, si el autor ha dicho todo aquello que debía decir; en segundo lugar, si ha dicho sólo lo que debía decir; y, finalmente, si lo ha dicho como debía decirlo.