jueves, 29 de enero de 2009


UNOS CUERPOS SON COMO FLORES,
OTROS COMO PUÑALES,
OTROS COMO CINTAS DE AGUA.
(LUIS CERNUDA)

Con El intercambio (2008), Clint Eastwood nos ofrece un correcto ejercicio de cine que reflexiona sobre el que parece el principal motivo y afán de sus últimos largometrajes: la crítica hacia un sistema tan corrupto como terrorífico, la prueba consistente de que el sueño americano (y por extensión el sueño de Occidente) sólo es una pesadilla maquillada con trazos grotescos.

Pero, cuidado, que a El intercambio le falta la poesía visual de Million Dollar Baby (2004), el clima claustrofóbico (salvo en las escenas dedicadas a lo sucedido en la granja) de Mystic River (2003) o el perfecto ensamblaje emocional y técnico de Banderas de nuestros padres (2006).

Con esta película, Clint Eastwood vuelve a corroborar que sabe crear, aunque, como en este caso, el resultado sea una obra menor a la que quizá le pesa el intencionado tufillo de pretensión de galardones (actriz principal, entiéndase señora de Pitt, incluida).

Defectos que encuentro en el filme (aparte de las odiosas comparaciones ya citadas con respecto a anteriores películas): una lánguida Angelina Jolie (nunca me ha convencido como intérprete, qué le vamos a hacer), que deja de lado el género de acción para intentar convencer con su vis dramática (pero, insisto, creo que no, que no vale, pues no me perturba en ningún momento -a veces me da la impresión de que esta mujer sólo son unos labios recauchutados-); un desaprovechado John Malkovich, cuyo personaje queda someramente esbozado; y un metraje excesivo amparado en un juego de posibles finales.

Virtudes de la película: la tensión malsana en torno a lo que sucede en la granja (en mi opinión, lo mejor de lo mejor); el personaje del policía corrupto (logradísimo), al que odias desde el segundo primero de su aparición; y la música, compuesta, cómo no, por el mismo Eastwood: las notas del piano te traspasan.

Ahora, a ver qué ha ocurrido con Gran Torino (2008), película en la que, además de dirigir, Eastwood actúa.

domingo, 25 de enero de 2009


QUIERO MINAR LA TIERRA HASTA ENCONTRARTE
Y BESARTE LA NOBLE CALAVERA
Y DESAMORDAZARTE Y REGRESARTE.
(MIGUEL HERNÁNDEZ: ELEGÍA A RAMÓN SIJÉ)

Concluyo con estos versos mi particular homenaje al poeta Miguel Hernández:

Ella lo mece en sus brazos,
lo ahoga, allí lo despide,
y del rostro ávidos trazos
un lamento la era mide:
"Quédate en él, dulce vida,
no lo abandones ahora.
Cierra la mortal herida
del varón que al fin me adora.

Anidaron en mi seno
azules aves del día:
con trinar de luz pleno
me ofrecían la ambrosía.
Y dejando en el olvido
las tinieblas del ayer,
florecía blanco y erguido
el sol del amanecer.

Allí escapa el asesino,
con ensangrentada mano.
Que lo persiga el destino
como Caín de su hermano.

Me arrebato mi tesoro,
mi ser, mi voz, mi color.
Pero al cielo yo le imploro
que aleje todo temor.

Seré de brava hermosura,
fuerte como embate y mar,
y arrecie el viento amargura
donde el fruto madurar.

¿Por qué muere la semilla?
¿Qué ha sido de aquel navío?
¿Quién roza, amor, mi mejilla?
¿Quién frenó el cauce del río?

En mi corazón se entabla
dolor que no ha de lograr
el consuelo de quien habla:
pisar, morir o matar.
Serénate, pues. Acaso
se cultiven nuevas flores
en la piedra de este paso,
y lleguen tiempos mejores."

La amante entonces no llora.
La voz, aquel movimiento
conocieron vacíos, su hora
en camino polvoriento.

Esta voluntad gallarda
templa el brío de su pecho.
Y no quedará mies que arda
ni labor en el barbecho.

Orgullo, temple y semblante
te condenan, labrador,
y en el suelo, agonizante,
pagas el mal del honor.

Una barbarie feroz
la palabra soberana
acalló con la vil hoz:
fue esperanza del mañana.

miércoles, 21 de enero de 2009


ENTRE POR SU PROPIA VOLUNTAD,
ENTRE SIN TEMOR
Y DEJE AQUÍ PARTE DE LA FELICIDAD
QUE LLEVA CONSIGO.
(BRAM STOKER: DRÁCULA)

Después de muchas reticencias y excusas que no venían al cuento, me he sentado frente a la pantalla para visionar el último fenómeno teen en las taquillas de todo el mundo: la adaptación cinematográfica de Crepúsculo, dirigida por Catherine Hardwicke.

Indudablemente, es una fidelísima adaptación de la saga novelesca iniciada por Stephenie Meyer. Y si ya en su día el libro se me antojo un pestiño, la película ha quedado a la altura. Sé que me condeno al emitir este juicio, pero abomino de estos vampiros en edad del pavo, babosos, ridículos melancólicos, insoportables, insustanciales. ¡No se puede traicionar una naturaleza abocada a la bestialidad aunque se ponga como excusa el amor (y lo que es peor, el amor tachado de falso romanticismo). Es como desear adaptar una novela de Corín Tellado, que para un folletín televisivo puede valer, pero queda estúpido traducido al séptimo arte aunque se cuente con muchísimos medios.

¿Y qué decir de la pareja protagonista? Kristen Stewart (Bella) y Robert Pattinson (Edward) se sumergen en la enésima revisión de la historia de la bella y la bestia para componer unos personajes carentes de matices, con una gestualidad congelada que provoca urticaria. Y lo que suma más puntos en negativo, rodeados de un elenco de secundarios que parecen apostar a ver quién actúa más pésimamente.

¡Por favor! Quedaros con la aportación original al género, el Drácula de Bram Stoker, y sus plasmaciones en cine (sobre todo, la de Francis Ford Coppola). Disfrutad con la vuelta de tuerca que nos regaló Anne Rice antes de desvariar (la trilogía inicial de Crónicas vampíricas con una magistral Entrevista con el vampiro, dirigida por Neil Jordan). Leed hasta la saciedad las alucinaciones sanguinolentas de Baudelaire o las ensoñaciones hemoglobínicas de Rimbaud. ¡Ahí encontraréis la esencia del chupóptero de los afilados colmillos! Quizá entonces me comprendáis.

Mientras tanto, productos como este Crepúsculo me plantean la triste reflexión acerca de si ya es complicado o imposible ofrecer alguna nueva lectura del nosferatu, y, por tanto, el título nos avanza la muerte del no-muerto.

Los vampiros de pro no se lo merecen, sin duda.

sábado, 17 de enero de 2009


TÚ, QUE TAN MÁGICAMENTE ROBUSTECES
LAS COSTILLAS DEL BORRACHO NOCTÁMBULO
ATROPELLADO POR UN CABALLO...
(CHARLES BAUDELAIRE)

Un dibujo de 1988 (sí, ya lo sé: ha llovido, tronado y relampagueado desde entonces), cuando tenía tiempo para tal ocupación: mi visión de Ícaro.

Y otras cuantas cuartetas del poema que escribí en homenaje a El labrador de más aire, de Miguel Hernández y que denominé "Auto de la tierra":

Besa con casta inocencia
a la frente compañera
mientras surge la violencia
de la ortiga traicionera.
En la vena de la roca
la oculta fuente sueña
con acariciar la boca
de la mujer que es su dueña.
Endereza su corriente,
dichosa, que para amar
el espíritu doliente
sólo debe enamorar.

Oíd el clamor de la tierra,
cercenada su garganta.
Seco el pecho por la guerra,
la sangre ardiente le espanta.

Y poco más que contar de esta semana de encuentros y reencuentros.
Bienaventurados los que hacéis de vuestras palabras un himno de vida.

lunes, 12 de enero de 2009


LA NOSTALGIA DE LA PUREZA
Y EL FANTASMA DEL AMOR PERFECTO
NO SON SINO DESESPERACIONES EBRIAS.
(BLUTCH & CORNELIUS,
DE SU CÓMIC PEPLUM)

Más rincones que se asientan en mis recuerdos.

La place du Tertre, en Montmartre (París). ¡Cuántas conversaciones y cafés en alguna de sus terrazas al aire libre! Una visita obligada.

Pintores y poetas (Picasso, Dalí, Van Gogh, Renoir, Manet, Apollinaire, Toulouse-Lautrec, Modigliani, Rimbaud...) trajeron su arte a Montmartre. Gracias a su labor, este barrio parisino está indisolublemente unido a la bohemia de finales del siglo XIX y comienzos del XX. En esta plaza aún quedan multitud de artistas callejeros.

Hay quien dice que el nombre de la zona deriva de Monte de los Mártires, en honor del primer obispo de la ciudad, san Denis, que aquí fue decapitado por los romanos en el año 250. Los parisinos, no obstante, la llaman la Butte ('montículo'), ya que es el punto más alto de la ciudad: miles de personas ascienden cada día a la cima para disfrutar de las vistas desde el Sacré-Coeur, especialmente al atardecer. Esta basílica se construyó para honrar la memoria de los 58.000 soldados franceses muertos durante la guerra franco-prusiana (1870-1871).

Pero, además, debe descubrirse el encanto de este barrio: las callejuelas, las placitas y las terrazas, como la que nos ocupa e ilustra la imagen superior.

Bajo la colina se encuentra Pigalle, lugar donde tiempo ha se concentraban las salas de baile y los cabarés. Un claro ejemplo: el Moulin Rouge, el cabaré más famoso de la Belle Époque, que escandalizaba a los respetables ciudadanos y atraía como un imán a los artistas y bohemios.

Una maravilla, como toda la ciudad de París. Cada vez que puedo pasear por los recovecos de este emplazamiento, me siento un poco más parte de la Historia.

Para un primer acercamiento a la ciudad, si todavía no habéis tenido la oportunidad de conocerla, os recomiendo el visionado de la película Paris, je t'aime (2006), un conjunto de historias de amor que se desarrollan en los ambientes más emblemáticos de la capital francesa y cuyo resultado es otra maravilla visual y sentimental. Cada pequeña narración la dirige un realizador de renombre (los hermanos Coen, Isabel Coixet, Wes Craven, Alfonso Cuarón, Walter Salles, por citar unos cuantos) y podéis encontraros a actores de la talla de Elijah Wood, Fanny Ardant, Juliette Binoche, Willem Dafoe y Ben Gazzara entre otros muchos.

Posdata: Los resultados de la encuesta navideña son claros. El 50% admite que, durante estos días, disfruta como guarro en lodazal; el 10% coge una depresión de caballo; y al 40% le da igual toda esta festividad. Así que vencen los caracteres festivos. Una vez más, gracias por participar.

jueves, 8 de enero de 2009


SIEMPRE QUE NOS VEMOS
ES CITA PARA MAÑANA.
NUNCA NOS ENCONTRAREMOS.
(ANTONIO MACHADO)


Bienvenidos a 2009, perráncanos y perráncanas. Mis deseos de plenitud para todos.

Comienzo este año con un cuentecillo de superación. La fotografía superior es prueba de ello: Christian, Julio y yo a los pies de la Cruz de Ferro, a unos 1500 metros de altitud, máxima altura del Camino de Santiago. Y aunque se nos ve diminutos, ¡doy fe de que somos los mencionados!

Agosto de 2007. Después de hablarlo durante los meses precedentes, los tres caminantes partieron desde León con la intención de cubrir los aproximadamente 300 kilómetros que separan León de Santiago de Compostela. Ya era el tercer día en ruta. La noche la habíamos pasado en el albergue de Santa Catalina de Somoza, en plena Maragatería. Bastante tempranito, a eso de las 7:30 horas, nos pusimos en marcha: la mañana no era excesivamente calurosa y los músculos se entonaban poco a poco. Después de reponer fuerzas en la bella localidad de Rabanal del Camino, nos decidimos a emprender la etapa que se nos prometía más dificultosa. Pero, finalmente, hasta Foncebadón, donde comimos, el ascenso no se nos hizo tan terrible. Y eso que nuestras mochilas pesaban algo más de lo recomendado. Yo creo que pudo más el propósito de no desfallecer que el cansancio. Y ahí estamos, alrededor de las 15 horas, en el monte Irago, bajo la Cruz de Ferro: sobre un montículo de piedras que los peregrinos van depositando, se alza un tronco de roble (de unos 5 metros de altura) rematado por una sencilla cruz de hierro.

Según varios estudiosos, el origen y significado de esta estructura se encuentra en el período de ocupación romana: en los mojones que señalaban la separación de dos circunscripciones territoriales. Para otros, no obstante, la construcción es un milladoiro, un amontonamiento de guijarros que, desde época ancestral, los caminantes formaban en lugares concretos para invocar a las divinidades protectoras de los caminos.

Los peregrinos cristianos creían que el día del Apocalipsis, "cuando las piedras hablen", éstas testificarán que el romero había cumplido en vida su peregrinación: en caso de no haber arrojado la piedra, aquélla no tendría validez.

En resumen, y desde ese día de agosto de 2007, tres guijarros más forman parte de la Cruz de Ferro. Otro día, comentaré lo que fue el descenso, que ahí sí que sufrimos algunos percances.