lunes, 14 de febrero de 2011


CADA INSTANTE DE LA VIDA
ES UN PASO HACIA LA MUERTE.
(PIERRE CORNEILLE)

Indudablemente (y no es la primera ocasión en que lo afirmo) Clint Eastwood sabe crear cine. Y con su último largometraje, Más allá de la vida, vuelve a recordárnoslo ofreciéndonos una cinta de elevada pureza y de milimétrico desarrollo argumental. Pero, si comparamos este trabajo con otros, es indudable que la sensación que nos asalte es la de que le falta emotividad.

Después de un espectacular arranque (la secuencia impactante del tsunami), el filme deriva en el planteamiento de tres historias que tienen lugar en tres ciudades distintas (San Francisco, Londres y París: por cierto, ¿a qué se deberá la belleza de los escenarios de los planos europeos y la húmeda frialdad del escenario norteamericano?). Y, así, y con el previsible razonamiento, por parte del espectador, de cuándo los tres personajes principales coincidirán transcurre el metraje de la película hasta el poco sorprendente desenlace.

Este hecho de algo más que conocido no resulta novedoso en Eastwood (ya me ocurrió al ver Million dollar baby, Gran Torino o Invictus, por ejemplo). Y me agradó, por supuesto, que el realizador supiera contarme una historia sin engaños ni golpes de efecto. No obstante, insisto en que, con esta última muestra de su genio, no me he emocionado a pesar de que el tema lo propiciaba. Todo lo que me obliga a cuestionarme si el realizador se habrá propuesto ofrecer este clima distante y helado. Entonces, no podré objetarle nada.

domingo, 6 de febrero de 2011


LA HISTORIA CUENTA LO QUE SUCEDIÓ;
LA POESÍA, LO QUE DEBÍA SUCEDER.
(ARISTÓTELES)

Después de una intensa semana de trabajo y pocos momentos para el ocio, dedico unos minutos a la actualización de este blog-miscelánea.

Y vuelvo a compartir con vosotros un poema de Antonia. Según me explica su autora, hace más de veinte años que lo escribió.

Mira, ahí está.
Es la mar
que, como cada día,
me aguarda,
cara al viento,
con las primeras
luces del alba.

¡Mira!
¡Qué hermosa!
¡Y qué eterna!

Es la mar,
mi amante,
que, con su bruma,
me envuelve
y me prende
en el deleite
del transcurrir
de su oleaje.

¡Sí!
Es la mar,
mi amante,
que, hasta la arena,
voluptuosa se acerca
para besarme.

¡Mira!
¡Qué hermosa!
¡Y qué eterna!

¡Mira
su verde
mirada inmensa!
¡Mira
sus brillos
multicolores!
¡Mira
cómo se sorprenden
sus mejillas!
¡Mira! ¡Mira! ¡Mira!
¡Qué hermosa!
¡Y qué eterna!

Mira
con qué derroche
de alegría
saltan las gotas
de espuma
que la van
vistiendo de pedrería.

¡Mira...!
¡Qué hermosa!
¡Y qué eterna!

Es la mar,
mi amante,
mi soberana.

Y mira
su lujuriosa entrega
cuando clavo
mis ojos en ella.

Es la mar,
mi amante.