lunes, 18 de enero de 2016

Y EL PENSAMIENTO ES NECESARIO EJERCITARLO:
SE DEBE CADA DÍA Y DE NUEVO Y DE NUEVO PENSAR,
PARA CONSERVAR LA VIDA DEL PENSAMIENTO.
(GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER)

Pues ya llevamos varios días del nuevo año... y parece que no ha pasado nada.

En fin, qué mejor que iniciar esta supuesta nueva singladura que compartiendo con vosotros los cinco momentazos cinematográfico-seriales (aunque podrían ser muchos más) que he tenido el gusto de disfrutar durante este maravilloso (y tristemente ya pasado) periodo vacacional. Si a alguien le sirve de algo, pues bienvenido sea.
 

El primer puesto, indiscutiblemente, es para la primera temporada (sí, ya sé que la he conseguido muy tarde, ¿y qué?) de Penny Dreadful. Aunque en algún episodio la novedad sobre estos iconos de la literatura gótica es escasa, admito que el crisol sobrenatural, servido en un ambiente mórbido en grado sumo y sublime, se me antoja exquisitamente atractivo y adictivo. Por descontado, ya cuento con mi personaje favorito: el melancólico, decadente, ambiguo y maquiavélico Dorian Gray, interpretado por Reeve Carney. ¡Los vampiros por fin desbancados!
  

Un más que digno segundo lugar lo ocupa todo un clásico de la historia del cine, Amarcord (Mis recuerdos), escrita y dirigida por Federico Fellini. Revisitar esta película italiana de 1973 ha supuesto una delicatessen para mi (a veces atrofiado) paladar. Escenas como la que se desarrolla en la escuela entre el profesor de griego y el alumno al que quiere enseñar a pronunciar esta lengua; o la mítica de la estanquera ahogando en sus pechotes al rubio púber; o la del tío de este último, encaramado en la copa de un árbol y gritando "¡Quiero una mujer!"; forman parte de mi alegre imaginario cultural y vital.


Tercera posición para un largometraje australiano de 2014, dirigido al alimón por Taika Waititi y Jemaine Clement, Lo que hacemos en las sombras. Bajo la premisa de un documental, nos adentramos en la vida de una comunidad de singulares vampiros. Dentro de dicha comunidad, cada miembro representa una versión distinta de la evolución del sangriento personaje (yo me declaro fan incondicional de Peter, el nosferatu primigenio). Indudablemente, un filme divertidísimo, que recomiendo incluso a los no amantes de los colmi-largos, y del que no voy a desvelar nada.


El cuarto puesto es para Francis Underwood, ya presidencial protagonista de la tercera temporada de House of Cards. Sin duda, el actor Kevin Spacey ha creado uno de los personajes más cínicos, avasalladores, manipuladores y falsarios de la historia de la televisión. Impagable es la escena en la que este maquiavélico presidente de Estados Unidos le exige respuestas a la imagen de un crucificado en una iglesia. Con esta serie puede entenderse la calaña de aquellos que votamos para que nos representen (aunque en este caso, y como reconoce Underwood, la grandeza de la democracia reside en que hasta alguien que no ha sido votado como tal se convierta en presidente de los EE.UU.).

La nostalgia ocupa la quinta posición. Revisitar todos los episodios de la serie de animación Mazinger Z, desempolvando qué quedó y comprobando qué se olvidó, se ha convertido en un ejercicio casi diario (el último capítulo visto ha sido el 54). En aquel pasado quedaron mis primeros intentos de ser dibujante de cómics, en los que, junto a Walt Disney y Francisco Ibáñez, las aventuras de este robot japonés, contribuyeron a la formación de mi estilo (¡menuda mezcolanza!, pensarán algunos).

En fin, que espero volver a estar pronto con ustedes.  

¡Hasta pronto!