jueves, 18 de enero de 2018

LOS VIAJES SON, EN LA JUVENTUD,
UNA PARTE DE LA EDUCACIÓN
Y, EN LA VEJEZ,
UNA PARTE DE LA EXPERIENCIA.
(SIR FRANCIS BACON)

En nuestro periplo aventurero, hoy dejamos constancia, de la mano del colaborador Cipriano Jiménez, de la opinión crítica que le ha generado el visionado de la película Jumanji: Bienvenidos a la jungla.

JUMANJI: UN MUNDO A DESCUBRIR

Antes que nada, quiero aclarar un dato muy importante: no he visto la película original, de 1995 dirigida por Joe Johnston e interpretada por Robin Williams. Por lo tanto, mi opinión no podrá contener ninguna referencia a esta primera incursión argumental.
Una vez dicho esto, comencemos con la review del filme. 
En cuanto al reparto, grandes nombres de la comedia actual figuran en él junto a un imponente Dwayne Johnson, que interpreta a la perfección un personaje muy sencillo del que extrae varios matices, más allá de los atributos que el mismo videojuego le otorga.
El argumento es simple: un grupo de adolescentes es absorbido por un videojuego llamado Jumanji, del que deben escapar resolviendo cada nivel y obstáculo que se les presenta. Si bien cabe en un post-it, el guión lleva la acción y la aventura al extremo con unos efectos especiales de primer nivel que reproducen al más mínimo detalle está  gran selva. Además añade un toque de comedia muy agradable con el que el espectador luce más de una sonrisa. Pero, sin duda, tengo que agregar la buena utilización del típico recurso de los grupos en el cine, para que todos los personajes contrasten entre sí en casi todos los hábitos.
Realmente no tengo nada que decir en contra de Jumanji. Tal vez, después de rebuscar, pueda exponer que la duración es más larga de lo acostumbrado para el humor aunque, gracias al ritmo de la aventura, las dos horas no resulten excesivas. 
En resumen, una cinta muy entretenida, recomendada para pasar un buen rato.

Mi puntuación: 6'8/10

  
¡Hasta pronto!








martes, 2 de enero de 2018

MÁXIMO SIGNO DE FINAL ES EL PRINCIPIO.
(CARLO DOSSI)

La intención de esta entrada era ser compartida el pasado 31 de diciembre, a modo de recoleta conclusión del pasado año y de resolutivo impulso hacia el recién estrenado 2018. Pero problemas técnicos con la red de redes y con el procesador de textos (y no es la manida excusa siempre aducida, ocurrió tal cual) han determinado que esta entrada sea con la que debuta el ya actual periodo anual.

Así que, ¡feliz 2018! Que la luz (o la oscuridad, o ambas, que cada quien elija lo que le plazca) os acompañe en todos vuestros propósitos, sueños y creaciones.  Esto quiere evocar la imagen superior.

Y vamos a iniciar esta etapa del viaje con dos fotografías que, como podéis comproar, están repetidas. Pero el juego consistía en realizar una instantánea durante una mañana de niebla y, a continuación, someterla  a posibles y sencillas derivaciones compositivas. De la primera parte, de la ejecución, se encargó el que sucribe y escribe; y, de la segunda, de la reconstrucción, se ocupó Cipriano Jimémez.

¿El significado? Evocar una atmósfera de simbólico ensueño, de nebulosa realidad. Y los referentes, todos los poetas malditos franceses y su influencia en los autores españoles a través del Simbolismo que el alma se ocupa de masticar y digerir. Incluso, ¿por qué no?, el espíritu noventayochista puede detectarse en las lecturas icónicas que os apetezca edificar. Allá vamos.

Caminante de ebrio silencio
de lejanías anunciadas.

vital hálito de infinito

Las tres siguientes instantáneas son obra de Cipriano Jiménez, realizadas durante una visita que el colaborador ha hecho a las minas de Riotinto, en Huelva. El paisaje minero siempre es reflejo de una forma de vida y se me antoja innecesario incidir en explicaciones innecesarias. Con que os detengáis a observar y a reflexionar sobre lo captado por el objetivo, basta.


Esta fotografía, también obra de Cipriano Jiménez e igualmente obtenida durante la incursión en Riotinto, enmarca un bonsái de ciertas proporciones. Sin embargo, considero éste un mero dato identificativo: lo esencial es que os dejéis conducir por el cromatismo de la imagen y sus sugerencias visuales.


Finalmente, aquí os dejamos una crítica cinematográfica elaborada al alimón entre los dos seres tantas veces mencionados, si bien la base, la columna vertebral de lo en ella recogido, parte de la reflexión del señor Jiménez
Wonder
Los buenos sentimientos 
en el País de la Maravilla para la Taquilla

Con una buena fotografía, obra de Don Burgess, y un gran reparto, en el que destaca la enmadrada Julia Roberts y el emotivo niño Jacob Tremblay, la película Wonder, dirigida por Stephen Chbosky y basada en el libro homónino de Raquel Palacio, intenta conseguir un hueco entre las películas más taquilleras de esta Navidad. Y, para esto, nada mejor que apelar a los buenos sentimientos y a la lágrima salvaje.
Desde mi opinión, afirmo que el tono de superación que la cinta luce desde su origen se ve alterado por los cabos sueltos en el guion y los vacíos de ritmo. Y es que los buenos sentimientos también precisan de cierta coherencia y cohesión cuando se traslandan a una historia de esta naturaleza. Es lo único que puedo objetar.
Por lo demás, me gusta el concepto de exponer la historia a partir de los distintos puntos de vista de los personajes e insertarlos dentro del nexo común del argumento que es la vivencia personal del joven protagonista. Entre estos puntos de vista, se me antojan inmejorables el expresado por la hermana de Auggie, la eterna resignada en su papel de secundona filial, y la íntima amiga de ésta, una chica sin vida propia que construye una mentira que la aleja de lo que más ama.
Sin duda, una curiosidad entretenida.

Mi puntuación: 6,3.

Y, nada más por ahora. Para ser la primera entrada de 2018 (la que iba a ser la última de 2017) ha quedado completita.

Lo dicho: ¡Pletórico 2018!