viernes, 1 de agosto de 2008


CUENTAN DE UN SABIO, QUE UN DÍA TAN POBRE Y MÍSERO ESTABA, QUE SÓLO SE SUSTENTABA DE UNAS YERBAS QUE COGÍA. ¿HABRÁ OTRO, ENTRE SÍ DECÍA, MÁS POBRE Y TRISTE QUE YO? Y CUANDO EL ROSTRO VOLVIÓ, HALLÓ LA RESPUESTA, VIENDO QUE IBA OTRO SABIO COGIENDO LAS HOJAS QUE ÉL ARROJÓ.

(CALDERÓN DE LA BARCA: LA VIDA ES SUEÑO)


Tres anécdotas acerca de Aristóteles. Por curiosidad. Y, si sirven para algo, pues mejor.


En presencia de Aristóteles, un charlatán hablaba y hablaba sin tomarse un respiro. Cuando hubo terminado, el charlatán le preguntó a Aristóteles:

- ¿No te asombras de mi elocuencia?

Y respondió éste:

- Me asombra sólo una cosa: que se tengan orejas para oírte cuando se tienen pies para huirte.


En otra ocasión un nuevo charlatán hablaba con Aristóteles. El charlatán no acababa su discurso y, como Aristóteles no pronunciaba ninguna palabra, el hombre creyó que sus palabras no agradaban al filósofo.

- Quizá te aburro con cosas de poca importancia que pueden distraerte de tus importantes pensamientos.

- ¡Oh, no! Puedes continuar porque hace mucho rato que no te escucho.


Un día le preguntaron a Aristóteles como se podía juzgar si un libro era bueno o malo. Éste respondió:

- Debes fijarte en tres cosas: primero, si el autor ha dicho todo aquello que debía decir; en segundo lugar, si ha dicho sólo lo que debía decir; y, finalmente, si lo ha dicho como debía decirlo.

No hay comentarios: