martes, 19 de enero de 2010


EL POETA NO CUMPLE SU PALABRA
SI NO CAMBIA LOS NOMBRES DE LAS COSAS.
(NICANOR PARRA)

Otra actualización caracterizada por tenues pinceladas.

Ayer, por fin, la lluvia y el frío dieron una tregua. La ciudad refulgía acariciada por una suave temperatura y la luz inundaba los recovecos. Di un paseo por la zona de Triunfo y todo se me antojaba un escenario pletórico de sensorialidad. Una maravilla.

Ya está en marcha la nueva versión de El sueño de una noche de verano. El próximo lunes comienzan los ensayos. Por ahora, la nota común es la ilusión generalizada ante el proyecto.

Volver a empezar desde cero supone enfrentarse con algunas dificultades que daba por olvidadas en el pasado, pero ahora es otra la naturaleza de este teatro de la vida y aceptar el reto no me amilana. Y, cómo no, en el recuerdo toda aquella gente con que ya di cuerpo a la obra años atrás.

Me siento bastante decepcionado con el libro que cité en la anterior entradilla, Drácula, el no muerto. ¿El motivo? En su afán por ser novedosos, los autores se permiten el lujo de redimir al vampiro por antonomasia y convertirlo en un dechado de virtudes y bondades. Ridículo (al menos, en mi opinión).

Y, si sabéis de mi pasión por los musicales, me hallo ansioso contando los pocos días que restan para el estreno de Nine. Verdaderamente.

Por último, y a pesar de disponer de un ánimo más sosegado, me mantengo en el propósito de enviar a algún ser a freír espárragos (por ser fiel a la finura). ¿Por qué existe gente que disfruta malmetiendo y emponzoñando?

Hasta pronto, perráncanas y perráncanos.

No hay comentarios: