miércoles, 8 de septiembre de 2010


¿EN QUÉ ESCONDIDOS ARMARIOS
GUARDAN LOS SUBTERRÁNEOS ÁNGELES
NUESTROS RESTOS DE NIEVE NOCTURNA ATORMENTADA?
(MIGUEL LABORDETA)

En la fotografía, la escultura que, de Miguel Ángel, deus deorum, puede contemplarse en la Galería de los Uffizi, en Florencia, otra de mis ciudades soñadas.

Y aquí mis casi últimas reflexiones:

Ver con claridad ya no me espanta. He dejado de temer al presente y al futuro. Y, en cuanto al pasado, éste apenas merece ser evocado.

Sobre esta línea zigzagueante por la que camino, escrutando, no me siento cómodo, pero tampoco infeliz. Considero que la melancolía de la nada me refuerza en mi decisión de acoger a quienes, entre instantes, conforman mi devenir y, así, asegurarles, con mi afecto, que las montañas no obstaculicen sus sendas; que, desde la cima que se antojaba dificultosa, el panorama del horizonte es más hermoso, más estremecedor en su magnitud.

¡Hay tanto que recorrer, tanto que conocer, en soledad y en compañía!

Y a aquellos con los que me he quedado, cobijados vosotros y yo por el deseo de compartir unas verdades tan relativas, que incluso nos han parecido apetecibles, os quedo infinitamente agradecido. Y es que, sin duda, también lo efímero goza de belleza, una belleza que está llamada a permanecer por encima de los vacíos, igualmente maravillosos.

La fatiga del caminante me acuna dulcemente. Y mis lágrimas no me desagradan: todo lo contrario, las degusto con la avidez del que se sabe prescindible. En ellas se materializa mi espíritu ajado de alegría. ¡Qué dichoso de gozar de mi terrible humanidad!

Seguimos en contacto, perráncanas y perráncanos.

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