lunes, 13 de septiembre de 2010


CONVENDRÍA QUE TAMBIÉN USTED DESCONFIARA
DE SU REALIDAD, DE ESTA QUE HOY RESPIRA
Y TOCA EN SÍ, PORQUE -COMO LA DE AYER-
ESTÁ DESTINADA A REVELARSE ILUSIÓN MAÑANA.
(LUIGI PIRANDELLO)

Lo admito: he tardado demasiado en ver esta película. Claro que todo dependía de hallarme con el ánimo suficiente. Y por fin ha sucedido.

Y, una vez más, he de describir la enésima obra de Christopher Nolan como una sobresaliente demostración de cómo el cine comercial puede plegarse a las más personales paranoias de un autor. Bueno, he de reconocer que yo siempre me he jactado de tenerme por un personaje enormemente paradójico (deformación de oficio, que la Literatura juega con estas bazas), así que al director y guionista de la cinta le costó poquísimo seducirme para dejarme arrastrar a sus planteamientos de niveles oníricos, y conseguir que disfrutara sumergiéndome en una historia en lo que, oh sorpresa, toda la parafernalia efectista se pone al servicio de la dicotomía realidad-ilusión. Igualmente contribuyó a esta total entrega como espectador la envoltura con una magnífica banda sonora, debida a la genialidad de Hans Zimmer. Verdaderamente acongojante.

Incluso me atrevo a decir que el largometraje es tan poderoso en sí mismo, que supone casi nada que las labores actorales hayan ido a parar a estrellonas tan significativas como Leonardo DiCaprio, Ken Watanabe, Marion Cottillard o Ellen Page, por mencionar tan sólo a unos cuantos.

Y no escribo más por si se da el caso de que aún alguien no la ha visionado y le destrozo el sesudo -nunca pedante- divertimento.

Espero con ansias su próxima película, eminente señor Nolan.

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