martes, 20 de julio de 2010


ME GUSTAN POCO LOS HÉROES.
HACEN DEMASIADO RUIDO.
(VOLTAIRE)

En el caso de que sea verdad que las aventuras del ogro verde han llegado a su fin, sin duda han existido defunciones más dignas. El cine americano es experto en explotar la fórmula hasta el punto de descafeinarla o hacerle perder gas.

Sherk 4: Felices para siempre, dirigida por Mike Mitchell, pretende servir de colofón a este juego con los cuentos que, en su día, sirvió de revulsivo al cine de animación. Y el resultado es paupérrimo e indigno, provocador de un hastío de los propios responsables del filme, un hastío que contagian sin tapujos al espectador.

El grandote Sherk pierde fuelle. Fiona, incluso en la realidad alternativa, se lo tiene creído. Los tres hijos del matrimonio redundan en los tópicos de todo infante de esta naturaleza. El malvado, Rumpelstiltskin, está desaprovechado a pesar de su megalomanía y de su colección de pelucas. Únicamente despertaron mis simpatías el Flautista de Hamelin, un mercenario musical de gran talento; la ya clásica verborrea de Asno; y las apariciones del rollizo Gato con Botas, de un cada vez menos inocente Pinocho y de los voraces Tres Cerditos.

En resumen, y cómo era previsible desde que las secuelas iniciaron el periplo de la decadencia, la historia se remata de manera inútil e innecesaria.

Descansa en paz, Sherk. Tanta tranquilidad dejes como te llevas.

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