martes, 29 de septiembre de 2009


LLEGA UN TABLETEO DE FUSILADA.
EL GRUPO SE MUEVE
EN CONFUSA Y MEDROSA ALERTA.
DESCUELLA EL GRITO RONCO DE LA MUJER,
QUE, AL RUIDO DE LAS DESCARGAS,
APRIETA A SU NIÑO MUERTO EN LOS BRAZOS.
(RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN)

Por fin asistí al espectáculo pirotécnico de Malditos bastardos, dirigida por Quentin Tarantino, una obra con muchísimos aciertos y algún desatino. Vayamos por partes:

Motivos a favor de Malditos bastardos:
1. El clima de cachondeo que desprende el filme, un divertimento puro y duro que, sin concesiones, se traslada al público. Durante la proyección, las carcajadas eran continuas y, al final, tuvo lugar un sentido aplauso desde la sala, un hecho del que hacía tiempo no era testigo.
2. Un malo de antología, un psicópata puro y duro que, según mi opinión, destaca por encima del reparto: el coronel nazi Hans Landa, interpretado por Christoph Waltz.
3. Un clímax final que juega al supuesto de "qué hubiera ocurrido si ...". No lo desvelaré, pero todos aquellos que, como yo, habéis crecido con películas de nazis como Evasión o victoria o Doce del patíbulo, me comprenderéis. Y si a ello le añadimos un acto de justicia poética (o cinematográfica) a la casi siempre triste Historia de la humanidad, la jugada se vuelve redonda. El cine se ha tomado su particular bastarda revancha.
4. Aunque el argumento trata de varios episodios situados en la Segunda Guerra Mundial, como es habitual en Tarantino, el realizador le da su particular toque de western, en el que los vaqueros y los indios adoptan renovados aspectos. La banda sonora tampoco es ajena a este híbrido de géneros.

Motivos en contra de Malditos bastardos:
1. Su excesivo metraje. En ocasiones, las dos horas y media de metraje pesan, sobre todo en algunos diálogos que Tarantino se empeña en alargar hasta lo insufrible.
2. Un grupo de malditos bastardos que habría requerido un más óptimo perfil en su caracterización. Te quedas con las ganas de contemplarlos en acción, mucho más de lo que ofrece la película.
3. La sensación de que el filme se ha rodado y montado con rapidez influye igualmente de forma negativa en la apreciación del resultado.
Finalmente, y dentro de este juego, os recomiendo que veáis una película clásica: Ser o no ser (1942), de Ernst Lubitsch. El propio Tarantino reconoce que le debe mucho. Comprobadlo: tan sólo hay que leer teatro donde antes se escribió cine.

Esta semana le llega el turno a Los sustitutos.

Hasta pronto, perráncanas y perráncanos.

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