domingo, 24 de mayo de 2009


CUANDO A MI PUERTA SE PARAN LOS CABALLOS DEL TIEMPO
SIEMPRE DUDO UN POCO EN MIRARLOS BEBER
PORQUE ES MI SANGRE DONDE SACIAN SU SED.
(JULES SUPERVIELLE)

Consumatum est.

He dejado que pasen unas cuantas horas para que las emociones se aplaquen, si no del todo al menos lo suficiente para que el zarandeo del torbellino me desequilibre lo justo.

El pasado viernes resultó un satisfactorio desgaste físico y psíquico. Hay que ver lo que supone gestar algo tan elemental como una modesta obrita de teatro escolar, sobre todo el día de la representación. Y, mal que nos pese, para que todo el proceso de varios meses se cierre en algo más de hora y media de representación.

La mañana se desarrolló ligerita. A las 9:00 horas ya estaban todos los trastos preparados para ser trasladados al escenario. El montaje resultó rápido: la clave del musical nos obligaba a no recargar el decorado para que el espacio libre permitiera los movimientos danzarines de los actores. Así que a eso de las 11:3o cada elemento ocupaba su lugar.

Ya de vuelta al instituto, ensayamos unas cuantas escenas hasta que llegara la hora de alimentarse. El clima de la comida fue genial, aunque ya se detectaban los nervios obligatorios. Terminada la colación, nos tomamos unos cafetitos, refrescos y granizados y marchamos a la Casa de la Cultura.

El ensayo previo arrojó algún que otro traspié. Pero todo dentro de la normalidad. Es lo malo que tiene preparar una obra ensayada a "trozos". Los últimos días es cuando deben encajar las piezas del puzzle, y puede ser que haya elementos que no se acoplen como deben. Pero, en fin, ese siempre ha sido un signo distintivo de nuestras obras. Luego vino el vestuario y el maquillaje y el esperar que llegara el momento de arrancar. ¡Qué rápidamente pasó el tiempo!

Las palabras previas a la representación ya arañaron sentimientos. Lo admito: nos emocionamos (me emocioné) y se escaparon algunas lágrimas (el título de la obra daba juego) y expresiones entrecortadas.

Y vino la historia. Siendo sincero, ¡qué poco recuerdo! Entre bambalinas, se tiene una visión muy limitada de cómo se desarrollan las escenas. Y si a ello se añade que te mueves de un sitio a otro controlando ciertos detalles, que estás pendiente de si se percibe cómo reacciona el público, que la tensión te agarrota, que quienes pululan a tu alrededor te acribillan a preguntas... el resultado es una sensación de caos que permite valorar muy limitadamente lo que te llega. Con esto no quiero negar que hubo fallos, que los hubo. Ruego a los que fuisteis espectadores que nos disculpéis. Y espero que disfrutarais, al menos, con algún momento de la representación.

Sí recuerdo un poco más nítidamente el momento de la despedida. Pero, puesto que no me agrada analizar detenidamente las emociones, únicamente repetiré (desconozco si fidedignamente) parte de lo que expresé desde el escenario (y que creo haber dicho ya en otra ocasión): Gracias a quienes, a lo largo de estos siete años, habéis hecho realidad este juego, esta ilusión, este sueño, del teatro. Sin vuestra ayuda, hubiera sido imposible.

Luego vino esa sensación de vacío que me suele embargar cuando todo concluye. Hasta el momento, la combatía esbozando en la mente cuál podía ser el camino que podríamos tomar para la siguiente representación. Hoy por hoy, el silencio se impone. El escenario será nuevo, pero el libreto está por redactar.

Pero seguro que en esas líneas por escribir influirá el recuerdo de todas las vivencias atesoradas.

Thanks, perráncanas y perráncanos teatreros.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Todos disfrutamos enormemente con la obra. Enhorabuena a todos. Aparte uno siempre tiene a sus favoritos, y a mi María me encantó... (lo que no quiere decir que piense que el de puta sea su papel -ella me entiende;) jajaja)
El año que viene lo echaré en falta. Espero que tú al menos continúes enganchando a tus alumnos al teatro allá dónde te lleven tus pies.

Tepes dijo...

Que cada cual se quede con un personaje o un momento de la obra me congratula. Así todos quedan felices y contentos. La mejor crítica que han podido dedicarnos es que hay un niño para quien Cry-Baby se ha convertido en su ídolo. Y los chavalines siempre son sinceros en la expresión de sus gustos y manías.
Un abrazo.

Antarticus dijo...

Sinceramente mi querido Valero, no hay palabras (si, llego tarde, pero los exámenes y el trastoque horario no dan lugar para más). Está claro que fallos hubo, pero esos pequeños fallos no tienen comparación alguna con los momentos que nos hicieron vivir. A mi me encantó Luis, tal vez porque el papel con el que yo le ví el año pasado era tan nimio en comparación con este que al ver el cambio me haya deslumbrado, aunque más bien creo que lo que ha pasado es que lo bordó. También cabe destacar que supiste controlar la situación cuando se trastocó una escena, cosa que demuestra un gran temple por parte del director. Y poco más, que si no me voy a hacer con toda la página para mi.
Bueno una cosa más si,creo hablar en nombre de todos los que hemos pasado por teatro diciendo que esos momentos no se olvidan nunca y siempre se echan de menos.
Un abrazo Valero y a ver cuando te pasas por Granada, jejeje.

P.D.: Si, estoy algo Alkimistiko con la escritura, será esto del teatro, que me liga a la radio y... no sé, que se te echa de menos Valero.

Firmado: Un nostálgico.