lunes, 13 de abril de 2009


EN ESTE VIEJO MUNDO, NO HAY NADA NUEVO
EXCEPTO NOSOTROS MISMOS.
(GORE VIDAL)

Aquí estamos otra vez. Dispuesto para el último empujón y para tachar días del calendario.

Resumen (breve aunque intenso) de la penúltima aventura italiana.

Día 1: Palizón en autobús hasta Barcelona. Paseíto por las Ramblas y aledaños hasta la hora del embarque. Recomiendo tomarse alguna copichuela en "El Bosque de las Hadas", un garito falsario que no farsante que ayuda a recrear ensoñaciones shakesperianas de estíos noctámbulos. Finalmente, el barco zarpa con retraso.

Día 2: Barco, barco y más barco. Se descansa, indudablemente, pero ¡qué rollo! Llegamos con un montón de horas de retraso, así que toca nochecita en autobús hasta Lido de Jessolo. No pego ojo. Es mi sino en los autobuses: no poder dormir.

Día 3: Llegamos al hotel a la hora del desayuno. Rápidamente, al embarcadero para tomar el vaporetto que nos conduce a Venecia. Al llegar, llueve a cántaros. Todos y todo empapados hasta los tuétanos. La climatología adversa afecta la jornada, pero mira, de perdidos al río (o a los canales): ¡a callejear bajo paraguas!. En las retinas, Venecia inundada. Y en el estómago, mi ya clásico capuchino en la Plaza de San Marcos, con orquesta refugiada. Humedad, frío, destemplanza.

Día 4: Autobús en dirección a Florencia. Es lunes y los museos están cerrados (¡cuánto se ha quedado por ver!). Se dispone una ruta alternativa y, ¡por fin!, después de tantos viajes, consigo ver la tumba de Miguel Ángel en la Santa Croce. Genuflexión y lagrimita contenida. Luego, callejeo. El sol este día es nuestro aliado y el balance resulta altamente positivo a pesar de las ausencias intuidas. Crepúsculo en el Mirador de Miguel Ángel. ¡Terrible belleza!

Día 5: Rato en Pisa. Compras. Siena debe caer de la ruta: la lluvia vuelve a jugárnosla. Decidimos continuar hasta Roma. Allí la previsión de tiempo es más halagüeña. Al llegar, nubes y claros. Ruta de las Plazas: Piazza de Venecia, Foro Romano, Vía del Corso, Panteón, ¡Navona! y Fontana de Trevi. Placer, placer y más placer.

Día 6: San Pietro in Vincoli: ¡el Moisés! Coliseo y alrededores del Foro. Vuelve la lluvia. Para y paseo hasta el Quirinal. ¡El Éxtasis de Santa Teresa! Muero porque no muero. Paseo hasta la Plaza de España. Callejeo: Plaza del Pueblo y, bajo la sempiterna lluvia, la Fontana de Trevi. Vuelta a Plaza de España. Nos despistamos en la ruta a la salida de una boca del metro: bajo la lluvia cerca de dos horas de andadura hasta el barrio del Trastevere. Después de cenar, visita panorámica en autobús. Me reafirmo: el Coliseo gana de noche lo que no tiene de día.

Día 7: Museos del Vaticano. ¡La Capilla Sixtina! Cómo no, San Pedro. Callejeo y más callejeo. Disgusto cuando volvemos al autobús: alguien ha hecho su agosto con muchas de las mochilas allí depositadas. Yo tengo suerte y nada me falta. Con prisas, al puerto que falta poco para embarcar.

Día 8: Barco y dormir. Esta vez no hay retrasos. Si, insisto, se descansa, pero no compensa. No lo recomiendo como medio de transporte. Noche en Salou, discoteca incluida.

Día 9: Mañana en Port Aventura. Otro parque temático más. Sin novedad en el frente. Después de comer, vuelta para Manzanares. Euforia en el bus. Los contratiempos no han podido con nosotros. Alrededor de las 22:00 horas, se acabó lo que se daba.

En conclusión: Me lo he pasado genial y he compartido momentos estupendos con gente conocida y desconocida. Sin duda, volveré.

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