miércoles, 18 de marzo de 2009


EN LO NEGRO,
EN LA NOCHE ESTARÁ SU MEMORIA,
EN LO QUE SUFRE,
EN LO QUE REZUMA,
EN LO QUE BUSCA Y NO ENCUENTRA.
(HENRI MICHAUX)

Varias jornadas de asueto (o casi, que hay trabajo por delante). Pero, lo más importante, ya queda muchísimo menos para revivir las crónicas italianas. Hoy, una imagen de Pisa.

Acaban de preguntarme cómo me defino ante la vida y sus entresijos. No he dudado ni un segundo. Hace ya tiempo que me conozco: soy un escéptico declarado e incómodo.

Según el Diccionario de uso del español, de María Moliner, el término escéptico se aplica a la persona que duda sobre cierta cosa que se expresa o que no tiene fe en ciertas ideas o creencias, o que, en general, es inclinado a la duda o a la falta de fe.

Yo llevo dudando desde que tengo uso de sinrazón. Por dudar, dudo hasta de mí mismo, y eso que procuro con vehemencia ser coherente con mi discurso aunque, en ocasiones, resulte agotador. ¿Qué postura puedo adoptar cuando las intenciones, los sueños, las supuestas realidades, las inciertas respuestas, son devoradas por los gusanos de la mediocridad, el formalismo y el silencio?

Y no por ello soy infeliz. La consciencia de mi duda me fortalece. Así, no me siento engañado: toda verdad es mentira y toda mentira es verdad. ¡Qué gozosa la incertidumbre de la certeza! ¡Qué suave la caricia de la certeza incierta! Toda lágrima esconde una sonrisa; toda sonrisa despierta una lágrima.

No sólo soy escéptico. ¡También soy paradójico!

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