jueves, 8 de enero de 2009


SIEMPRE QUE NOS VEMOS
ES CITA PARA MAÑANA.
NUNCA NOS ENCONTRAREMOS.
(ANTONIO MACHADO)


Bienvenidos a 2009, perráncanos y perráncanas. Mis deseos de plenitud para todos.

Comienzo este año con un cuentecillo de superación. La fotografía superior es prueba de ello: Christian, Julio y yo a los pies de la Cruz de Ferro, a unos 1500 metros de altitud, máxima altura del Camino de Santiago. Y aunque se nos ve diminutos, ¡doy fe de que somos los mencionados!

Agosto de 2007. Después de hablarlo durante los meses precedentes, los tres caminantes partieron desde León con la intención de cubrir los aproximadamente 300 kilómetros que separan León de Santiago de Compostela. Ya era el tercer día en ruta. La noche la habíamos pasado en el albergue de Santa Catalina de Somoza, en plena Maragatería. Bastante tempranito, a eso de las 7:30 horas, nos pusimos en marcha: la mañana no era excesivamente calurosa y los músculos se entonaban poco a poco. Después de reponer fuerzas en la bella localidad de Rabanal del Camino, nos decidimos a emprender la etapa que se nos prometía más dificultosa. Pero, finalmente, hasta Foncebadón, donde comimos, el ascenso no se nos hizo tan terrible. Y eso que nuestras mochilas pesaban algo más de lo recomendado. Yo creo que pudo más el propósito de no desfallecer que el cansancio. Y ahí estamos, alrededor de las 15 horas, en el monte Irago, bajo la Cruz de Ferro: sobre un montículo de piedras que los peregrinos van depositando, se alza un tronco de roble (de unos 5 metros de altura) rematado por una sencilla cruz de hierro.

Según varios estudiosos, el origen y significado de esta estructura se encuentra en el período de ocupación romana: en los mojones que señalaban la separación de dos circunscripciones territoriales. Para otros, no obstante, la construcción es un milladoiro, un amontonamiento de guijarros que, desde época ancestral, los caminantes formaban en lugares concretos para invocar a las divinidades protectoras de los caminos.

Los peregrinos cristianos creían que el día del Apocalipsis, "cuando las piedras hablen", éstas testificarán que el romero había cumplido en vida su peregrinación: en caso de no haber arrojado la piedra, aquélla no tendría validez.

En resumen, y desde ese día de agosto de 2007, tres guijarros más forman parte de la Cruz de Ferro. Otro día, comentaré lo que fue el descenso, que ahí sí que sufrimos algunos percances.

2 comentarios:

Alkimista dijo...

Una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida. Gracias por todo lo que aprendí en esas conversaciones y en ese viento...ese viento que todo se lo lleva...se me va la pinza con la poesía... Un abrazo, camarada!

Antarticus dijo...

¡¡Si señor Valero!!
Que tiempos aquellos, que mochilas más pesadas jejeje. La verdad es que estuvo bien el viaje sin duda alguna, yo se lo recomiendo a quien quiera una experiencia satisfactoria (y por favor no lleveis mucho peso). Bueno como se puede ver aún estoy traumatizado por el peso. Un abrazo y a ver si sigues poniendo el diario de la andanza que me gustaría recordar viejos tiempos.

P.D.: Mañana si eso te hago la llamada de rigor desde la estación de Jaen.