sábado, 17 de enero de 2009


TÚ, QUE TAN MÁGICAMENTE ROBUSTECES
LAS COSTILLAS DEL BORRACHO NOCTÁMBULO
ATROPELLADO POR UN CABALLO...
(CHARLES BAUDELAIRE)

Un dibujo de 1988 (sí, ya lo sé: ha llovido, tronado y relampagueado desde entonces), cuando tenía tiempo para tal ocupación: mi visión de Ícaro.

Y otras cuantas cuartetas del poema que escribí en homenaje a El labrador de más aire, de Miguel Hernández y que denominé "Auto de la tierra":

Besa con casta inocencia
a la frente compañera
mientras surge la violencia
de la ortiga traicionera.
En la vena de la roca
la oculta fuente sueña
con acariciar la boca
de la mujer que es su dueña.
Endereza su corriente,
dichosa, que para amar
el espíritu doliente
sólo debe enamorar.

Oíd el clamor de la tierra,
cercenada su garganta.
Seco el pecho por la guerra,
la sangre ardiente le espanta.

Y poco más que contar de esta semana de encuentros y reencuentros.
Bienaventurados los que hacéis de vuestras palabras un himno de vida.

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