domingo, 25 de enero de 2009


QUIERO MINAR LA TIERRA HASTA ENCONTRARTE
Y BESARTE LA NOBLE CALAVERA
Y DESAMORDAZARTE Y REGRESARTE.
(MIGUEL HERNÁNDEZ: ELEGÍA A RAMÓN SIJÉ)

Concluyo con estos versos mi particular homenaje al poeta Miguel Hernández:

Ella lo mece en sus brazos,
lo ahoga, allí lo despide,
y del rostro ávidos trazos
un lamento la era mide:
"Quédate en él, dulce vida,
no lo abandones ahora.
Cierra la mortal herida
del varón que al fin me adora.

Anidaron en mi seno
azules aves del día:
con trinar de luz pleno
me ofrecían la ambrosía.
Y dejando en el olvido
las tinieblas del ayer,
florecía blanco y erguido
el sol del amanecer.

Allí escapa el asesino,
con ensangrentada mano.
Que lo persiga el destino
como Caín de su hermano.

Me arrebato mi tesoro,
mi ser, mi voz, mi color.
Pero al cielo yo le imploro
que aleje todo temor.

Seré de brava hermosura,
fuerte como embate y mar,
y arrecie el viento amargura
donde el fruto madurar.

¿Por qué muere la semilla?
¿Qué ha sido de aquel navío?
¿Quién roza, amor, mi mejilla?
¿Quién frenó el cauce del río?

En mi corazón se entabla
dolor que no ha de lograr
el consuelo de quien habla:
pisar, morir o matar.
Serénate, pues. Acaso
se cultiven nuevas flores
en la piedra de este paso,
y lleguen tiempos mejores."

La amante entonces no llora.
La voz, aquel movimiento
conocieron vacíos, su hora
en camino polvoriento.

Esta voluntad gallarda
templa el brío de su pecho.
Y no quedará mies que arda
ni labor en el barbecho.

Orgullo, temple y semblante
te condenan, labrador,
y en el suelo, agonizante,
pagas el mal del honor.

Una barbarie feroz
la palabra soberana
acalló con la vil hoz:
fue esperanza del mañana.

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