lunes, 5 de febrero de 2018

SE PUEDE DISFRUTAR DE TODO
CUANDO UNO ESTÁ FIRMEMENTE DECIDIDO A ELLO.
POR SUPUESTO, HAY QUE ESTAR FIRMEMENTE DECIDIDO.
(LUCY MONTGOMERY)

Viene siendo el momento de hacer un repaso de algunas de las series que últimamente he visto y compartir qué pensamientos me han provocado. Admito que mi ritmo de visionado es pausado y que, tal vez, os vierta comentarios sobre temporadas ya más que analizadas por otras mentes sesudas. No obstante, ya sabéis que nunca es tarde si la dicha es buena. 

Comencemos, pues.


A pesar del menor número de episodios con respecto a otras temporadas y a un guión redirigido al posicionamiento o desaparición de los personajes ante el anunciado desenlace, la séptima temporada de Juego de tronos me ha obsequiado con tantos instantes placenteros de suma intensidad, que me entristezco únicamente con la idea de que todo este camino ofrece ya una meta muy definida. Tendré que conformarme con volver a disfrutar de la serie desde el primer segundo.


Diversión animada sin parangón me ha supuesto la primera temporada de Rick y Morty. La genialidad de cada uno de sus episodios, la excesividad argumental, los continuos guiños a la cultura pop y a los iconos de todos los tiempos, el barroquismo de los caracteres de todos los personajes... contribuyen, indudablemente, a presentar un producto maravilloso en su delirio, fantástico en su desquiciamiento.


También delirantes y desquiciados me parecen los ocho episodios que conforman esta primera temporada de Legión, vertebrados sobre las experiencias existenciales de unos mutantes infinitamente entregados a las paranoias. Lo mejor, la estética pop y setentera que envuelve el producto. Pero, tal vez, el guión resulte, en ocasiones, algo incomprensible.


Con la sexta temporada se despide de emisión (o, al menos, eso intuyo) este cuento de cuentos que perdió el norte allá por la tercera sesión (o quizá antes). La flojedad interpretativa de los actores encarnando a unos personajes ya muy deteriorados y explotados, además de unos argumentos trillados al máximo y con pocas sorpresas, consiguen que su adiós no se me revele como una gran pérdida.

Y, por ahora, ya vale.

¡Hasta pronto!

No hay comentarios: