lunes, 24 de agosto de 2009


¡CON QUÉ LIGEROS PASOS VAS CORRIENDO!
¡OH, CÓMO TE AUSENTAS, TIEMPO VANO!
¡AY, DE MI BIEN Y DE MI SER TIRANO,
CÓMO TU ALTIVO BRAZO VOY SINTIENDO!
(LUIS CARRILLO Y SOTOMAYOR)

Le ha llegado el turno a Venus. Aquí la tenéis, tan espléndida ella.

Como dije en la anterior entrada, estos últimos días los he dedicado a la lectura y al cine. Así que, como hay poco que contar, el menú de hoy es ¡crítica literaria! Pero, tranquilidad, que no me enrollaré y sólo comentaré los tres últimos libros que he concluido.

Por fin he rematado la segunda lectura de La Ilíada, de Homero. Primer monumento de la literatura occidental, sin duda. Una vez que se superan los rasgos de estilo (es épica, puñetas: paralelismos insaciables, reiteraciones fatigosas, símiles vastísimos, etc.), resulta un innegable y pletórico testimonio literario e histórico. Lo mejor, sin duda, las intervenciones de los dioses olímpicos, unos niños traviesos y cabroncetes que disfrutan jugando con los humanos, aunque sean héroes. Impagable la teomaquia con que estos divinos nos deleitan al final de la obra. Por lo demás, me reitero en la afirmación de que soy más del homicida Héctor que del Pelida Aquiles, el protagonista de la epopeya: un héroe un tanto caprichoso, engreído y ufano. Mejor esta elección que decidir si me posiciono con la Esteban o con la Campanario.

También he leído una biografía sobre una de las figuras del siglo XVI: Calvino, una vida por la Reforma, de Joan Gomis. Sólo recomendable para curiosos. Calvino fue un señor más de pensamiento que de acción, y este hecho influye en la elaboración del mencionado estudio: las partes dedicadas a analizar su concepto de la religión (las más) y a explicar su deseo de reglamentar y organizar los nuevos sentires pesan sobre el conjunto de la obra, y en ocasiones devienen en repetitivas y engorrosas. No obstante, gratifica el saber que nadie es perfecto y que, al fin y al cabo, la Reforma (luterana, anglicana o calvinista, qué más da) concluyó en posturas a veces muy similares a las del por ellos vituperado catolicismo. Y, si no, que le pregunten a Miguel Servet.

Finalmente, recomiendo fervorosamente a los y las amantes del género fantástico y de terror la aportación de Guillermo del Toro y Chuck Hogan: Trilogía de la Oscuridad I: Nocturna. A pesar del grosor y de un arranque un tanto farragoso (tantos tecnicismos aeroportuarios y forenses cansan), se lee con agilidad y divertimento al reconocer todo lo que estos autores deben a los maestros del género. No esperéis nada original, pues esta primera parte es un refrito de Drácula aderezado con líneas argumentales tomadas de las últimas películas de zombies (ya sabéis, lo de una pandemia que acaba por amenazar y destruir una gran urbe, en este caso Nueva York). Y ahí radica su encanto, en que los autores son honestos y no tratan de engañar haciendo creer al lector que están ofreciendo algo novedoso y desconocido sino un homenaje a todos los que han contribuido al devenir del fantástico. A tal fin, recomiendo la revisión de un clásico: La noche de los muertos vivientes. Y si os atrevéis con la novela, no comparéis: disfrutad.

Hasta dentro de poco, perráncanas y perráncanos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jeje, por las alusiones y el test veo que tú también te has llevado tu buena dosis de sálvame...
disfruta de los dias que nos quedan de intranscendente levedad, nos vemos dentro de unos dias en la despedida del azuer.

Tepes dijo...

¿Es posible huir del dichoso programita? Aunque he de reconocer que muchas de sus situaciones absurdas me han hecho reír. En fin... Hasta dentro de poquísimo, caballero.