martes, 17 de julio de 2012


NORMALMENTE CUANDO LAS PERSONAS ESTÁN TRISTES,
NO HACEN NADA. SE LIMITAN A LLORAR.
PERO CUANDO SU TRISTEZA SE CONVIERTE EN INDIGNACIÓN,
SON CAPACES DE HACER CAMBIAR LAS COSAS.
(MALCOLM X)

Ando con la cabeza calentita y no precisamente por las altas temperaturas propias del verano. Y, como no quiero despotricar incoherentemente contra la desfachatez y la altanería de los que nos gobiernan, aquí me limito a transcribir lo que, oh casualidad, he encontrado en uno de los libros que estoy leyendo, La columna de hierro, de Taylor Caldwell, una biografía novelada de Marco Tulio Cicerón. Estas líneas expresan su valoración acerca del tirano Pisístrato:

"Un tirano se presentaba como el amigo del pueblo y de la democracia, pero en el fondo del corazón despreciaba a ambos. Aparecía ante la muchedumbre con sus cicatrices de guerra y pedía que fueran restablecidas las leyes. El populacho, emocionado, le asignó una fuerte guardia para su custodia y la protección del Estado. Y entonces el tirano se apresuró a esclavizar al pueblo y a entronizar su propio esplendor y poder. Prometió hacer el bien a la mayoría y acabó por someter a todos a su implacable y loca ambición y a sumir a su país en la más abyecta miseria".

Que cada cual ejercite su mente a partir de las analogías pertinentes. O, como se dice en la misma novela: "Meramente se limita a volver a contar la historia y deja que el lector saque sus propias conclusiones".

Algunos dicen que estamos condenados a repetir los errores de nuestro pasado...

En la fotografía, otro de los momentos del Anfitrión, de Plauto: los esclavos Sosias, Medusa y Gorgona se enfrentan a los improperios del dios Mercurio.

¡Hasta pronto!

1 comentario:

Erasmo dijo...

Amigo condoliente de mi corazón...
Un abrazo muy grande.