domingo, 27 de marzo de 2011



LOS INTELECTUALES RESUELVEN LOS PROBLEMAS,

LOS GENIOS LOS EVITAN.

(ALBERT EINSTEIN)

Algo trastocado por la última intervención del dentista (una elevación de seno en las encías que ha provocado una redondita inflamación que comienza a remitir) y por la medicación ad hoc, me dispongo, mucho tiempo ya transcurrido desde la última actualización, a compartir mi opinión sobre dos recientes estrenos cinematográficos, inútiles en su planteamiento y en su resolución. Seré breve pues las circunstancias lo exigen y las películas no lo merecen.

En tiempos de brujas es un ejercicio del género fantástico y de aventuras que se sustenta en un endeble guión y en unos más que mejorables efectos especiales. Nicolas Cage continúa ostentado el título de actor que no tolero (no entiendo cómo consigue tantos roles protagónicos si resulta un pésimo intérprete). Al menos, el metraje es corto y se evita toda pretensión de trascendencia en su mensaje.

Y Destino oculto únicamente me ha servido para constatar el deterioro físico de su protagonista, Matt Damon. Por lo demás, se trata de una fábula pretenciosa, dentro del género del fantástico, que acaba derivando en una insípida y previsible historia de amor. A su favor también, su corta duración.

Si evitáis estas dos películas, mejor.

martes, 15 de marzo de 2011


ANTE LA POESÍA,
TANTO DA TEMBLAR
COMO COMPRENDER.
(FEDERICO FERNÁNDEZ)

¡Cuánto tiempo ha transcurrido! Y es que, cuando se acumulan los dislates de la existencia...

Aquí os ofrezco otro poema de Antonia.

Aprieta fuerte,
fuerte.
¡Más fuerte!
Que los amores
con furia braman.
Las pasiones
tocan a rebato
y circula la sangre
en inflamada lava.

Aprieta fuerte,
fuerte.
¡Más fuerte!
Que nos arrastre
la húmeda corriente.
Que del instinto
la efusión descarne
y, en enroscado duelo,
el aliento
de tu boca y de mi boca
se agite.

Aprieta fuerte,
fuerte.
¡Más fuerte!
Conduce
por la sabida senda
que lleva a lo prohibido.
Ahonda con desenfreno,
con impulsos,
entre gemidos,
en la vertical presente
que ruge con latidos.

Aprieta fuerte,
fuerte.
¡Más fuerte!
Hasta que
tus ojos
y
mis ojos
se miren sorprendidos.

Y, para concluir, un poema de autoría propia. Valoradlo tan sólo como un juego verbal.

Reduje el polvo en espirales
de crónicas olvidadas
y hallé en el silencio
de tu mirada
inmaculados residuos,
sin esperanza.

¡Cuántas ensoñaciones
pletóricas
de promesas tácitas!

Hollé mi nombre
y lo escupí
sobre la lápida
infinita, desorientada,
derruida por mudos embates.

¡Cuántos augurios
vacíos
de mutilaciones atávicas!

¡Cuántos eclipses
remotos
de ínfimas galaxias!

Hasta pronto.

martes, 1 de marzo de 2011

TODOS NACEMOS LOCOS.
ALGUNOS CONTINÚAN ASÍ SIEMPRE.
(SAMUEL BECKETT)

Bien. Lo reconozco: hablar a estas alturas de Cisne negro puede antojarse sibilina trapacería. Pero puedo aseguraros que vi este largometraje, dirigido por Darren Aronofsky, el pasado miércoles (testigos, haberlos haylos) y que lo que voy a expresar en estas líneas son las mismas palabras que empleé nada más abandonar la sala. Además, para menor equívoco, no esperéis que mi valoración sea positiva dado que, salvo la interpretación de la ya oscarizada Natalie Portman (previsible, pues los académicos demuestran debilidad por los personajes que se enfrentan a alguna tara), el conjunto del filme me pareció hiperbólico y melifluo. Resumo en varias pinceladas esta película sobre la sublime locura:

1. Hartazgo de cámara ¿subjetiva? en permanente movimiento.
2. Textura neblinosa de la imagen (¿reflejo del cacao mental de la bailarina?).
3. Detalles morbosos y cárnicos que, quizá en manos (como el resto del filme) de David Cronenberg, resultaran acertados.
4. Relación materno-filial en la más correcta herencia de las experiencias vividas por Norman Bates o por Carrie (sólo dos ejemplos para no aburrir).
5. Desconcierto genérico: ¿es un drama? ¿es una película de terror? ¿es un filme erótico?... La duda se resuelve cuando el público, en algunas escenas que debieran producir otro tipo de reacciones, se carcajea a mandíbula batiente. ¿¡Es una comedia!?
6. El mensaje subyacente de que todo acto artístico (en este caso, el mundo del ballet) nace, se desarrolla y fenece gracias a las más desenfrenadas pulsiones humanas.
7. Y profusión de escenas subidas de tono (y de todos los colores) para corroborar el punto anterior y para incidir en la esquizofrenia de la protagonista.

Creo que no me he dejado nada. De todas formas, si es así, pido disculpas, que la neurona anda un pelín tocada debido a una incipiente congestión nasal.

¡Hasta pronto!