martes, 1 de marzo de 2011

TODOS NACEMOS LOCOS.
ALGUNOS CONTINÚAN ASÍ SIEMPRE.
(SAMUEL BECKETT)

Bien. Lo reconozco: hablar a estas alturas de Cisne negro puede antojarse sibilina trapacería. Pero puedo aseguraros que vi este largometraje, dirigido por Darren Aronofsky, el pasado miércoles (testigos, haberlos haylos) y que lo que voy a expresar en estas líneas son las mismas palabras que empleé nada más abandonar la sala. Además, para menor equívoco, no esperéis que mi valoración sea positiva dado que, salvo la interpretación de la ya oscarizada Natalie Portman (previsible, pues los académicos demuestran debilidad por los personajes que se enfrentan a alguna tara), el conjunto del filme me pareció hiperbólico y melifluo. Resumo en varias pinceladas esta película sobre la sublime locura:

1. Hartazgo de cámara ¿subjetiva? en permanente movimiento.
2. Textura neblinosa de la imagen (¿reflejo del cacao mental de la bailarina?).
3. Detalles morbosos y cárnicos que, quizá en manos (como el resto del filme) de David Cronenberg, resultaran acertados.
4. Relación materno-filial en la más correcta herencia de las experiencias vividas por Norman Bates o por Carrie (sólo dos ejemplos para no aburrir).
5. Desconcierto genérico: ¿es un drama? ¿es una película de terror? ¿es un filme erótico?... La duda se resuelve cuando el público, en algunas escenas que debieran producir otro tipo de reacciones, se carcajea a mandíbula batiente. ¿¡Es una comedia!?
6. El mensaje subyacente de que todo acto artístico (en este caso, el mundo del ballet) nace, se desarrolla y fenece gracias a las más desenfrenadas pulsiones humanas.
7. Y profusión de escenas subidas de tono (y de todos los colores) para corroborar el punto anterior y para incidir en la esquizofrenia de la protagonista.

Creo que no me he dejado nada. De todas formas, si es así, pido disculpas, que la neurona anda un pelín tocada debido a una incipiente congestión nasal.

¡Hasta pronto!

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