martes, 25 de octubre de 2011



LA VIDA ES AQUELLO QUE TE VA SUCEDIENDO

MIENTRAS TE EMPEÑAS EN HACER OTROS PLANES.

(JOHN LENNON)


Terrence Malick se empeña en un largometraje con intenciones trascendentales, hilvanando imágenes supuestamente poéticas aderezadas con una magnífica banda sonora. Y el resultado, según mi modesta opinión, se antoja chirriante y cargante, carente de emotividad, frío y distante, plagado de simbología religiosa fácilmente reconocible y, por tanto, de innecesaria explicación por en nada novedosa.


La filosofía que desprende el largometraje mantiene abiertos los eternos interrogantes, muy en consonancia con muchas escuelas de pensamiento actuales (y también arcaicas en muchos planteamientos).


Malick ofrece una lección estética y poco más.


Así que la cuestión con la que el más inquieto espectador concluye el visionado de este filme es: ¿A qué he dedicado estas dos últimas horas de mi vida?

No hay comentarios: