lunes, 15 de septiembre de 2008


DOY A MI ESPERANZA MIS MANOS, PALMAS DE VICTORIA
DOY A MI ESPERANZA MIS PIES, CARROS DE TRIUNFO

(JULES SUPERVIELLE)


Acudo ilusionado a visionar Che el argentino (2008), de Steven Soderbergh.

El realizador ha logrado una película muy correcta, con momentos verdaderamente impactantes (como el tramo final del filme: todo lo que afecta a la toma de la ciudad de Santa Clara se me antoja una lección de lo que debe ser el lenguaje del cine).

La interpretación de Benicio del Toro tampoco desmerece, incluso me impresiona su semejanza física con el personaje retratado.

No obstante, la conclusión final es que, en su conjunto, salgo de la sala con una sensación de frialdad. En nada me siento conmovido. Y acaso sea este el valor de este pseudo-documental: ofrecernos una visión objetiva del controvertido Che a través de este bio-pic que pone en escena muchísimas técnicas de la narrativa cinematográfica.

En definitiva: que se vea y que cada cual juzgue según su criterio.

Un apunte cómico: jugando a buscar el equivalente en la industria pornográfica, el título aconsejable sería Che, qué vara (made in Julius). ¡Qué buena risa!

Dos recomendaciones, calentitas en el mercado del DVD:

Juno (2007), de Jason Reitman. Diálogos ingeniosos y actores estupendos (te adoro, Ellen Page) en esta comedia-drama que trata del embarazo de una adolescente. Quiero una Juno en mi vida, que me haga reír con su divertida malevolencia y su mordaz inteligencia, sin afectaciones.

En el valle de Elah (2007), de Paul Haggis. Basada en un hecho real, el filme se convierte en una amarga fábula sobre la violencia. El tramo final de la película (más o menos los últimos veinte minutos) me dejaron noqueado. Tommy Lee Jones y Charlize Theron bordan la genialidad interpretativa. En cuanto pasan los títulos de créditos finales, es imposible no reflexionar acerca del tipo de sociedad occidental que estamos construyendo.

1 comentario:

Alkimista dijo...

Tu puntería e inteligencia habituales se me antojan diatribas hacia lo establecido, hacia el mundo que nuestro espíritu desea ver destruido, a favor de un sentimiento y no de un papel con la cara dibujada del magnate de turno recordándonos lo poco importantes que somos ante la estela de su poder...