miércoles, 29 de julio de 2015

EL MIEDO ES ESE PEQUEÑO CUARTO OSCURO
DONDE LOS NEGATIVOS SON REVELADOS.
(MICHAEL PRITCHARD)

¡Qué raro! Una actualización dedicada a dos series sobre vampiros. ¿Vampiros? ¿Qué le pasará a este señor por su calenturienta cabeza?

Hacía ya tiempo que estaba confirmado el final de una de mis series vampíricas favoritas, TrueBlood, y con esta séptima y última season asistimos al cierre de, supuestamente, todas las tramas abiertas y a la condenación o salvación de todos los personajes que se han movido, de noche y de día, por estas tierras de Luisiana. Y ese es su defecto, que se nota en exceso el esfuerzo de los guionistas por concluir unas historias en las que, quizá con un final abierto, se hubiera dotado de mayor fuerza al entramado argumental (ya de por sí desquiciado y alucinante, una de sus marcas de fábrica y motivo del éxito). Además, como lector compulsivo por igual de las novelas en que se inspira la serie, novelas también ya cerradas y de las que se había desligado por completo, me apetecía asistir a otro tipo de desenlace, muy diferente del ofrecido. El epílogo happy family, ¡motivado por el día de Acción de Gracias!, con el que concluye la serie a mí me sobra y me indigna. Únicamente espero que, de una manera u otra, propongan un spin-off protagonizado por los únicos dos personajes fieles a sus principios sangrientos: el vampiro Eric y su pupila la vampiresa Pam. Un proyecto para el que ya tienen, por suerte, el título que se apunta en los minutos finales: NewBlood.

Y, en cuanto a The Strain, y a su primera temporada, he de comentar que se trata también de un producto que proviene del mundo literario, una Trilogía de la Oscuridad firmada por Guillermo del Toro y Chuck Hogan. Bastante fiel al argumento del primer libro, Nocturna, el cuerpo de trece episodios resulta muy entretenido y, en ocasiones, intenso. Y es que, como pensé en su día al leer los libros, estaba más que claro que los autores tenían pensado su trasvase al mundo televisivo o cinematográfico desde el minuto uno. Sólo me sobra un detalle: el diseño del personaje del Amo provoca más risa que miedo, pues a mí me recuerda a un Teleñeco repleto de anabolizantes. Todo lo demás, casi roza la perfección de las convenciones del género.
Hala, ya es bastante.

¡Hasta pronto!

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