viernes, 26 de octubre de 2012

PARA QUE TRIUNFE EL MAL,
SÓLO ES NECESARIO
QUE LOS BUENOS NO HAGAN NADA.
(EDMUND BURKE)

Con Frankenweenie recuperamos casi, casi el espíritu del primigenio Tim Burton. Gracias a una maravillosa fotografía en blanco y negro y a la sugestiva banda sonora del mejor Danny Elfman, este desvergonzado (en el más que positivo sentido del adjetivo) homenaje al clásico Frankenstein, de Mary W. Shelley, se expande cual particular universo y nos empapa de buena parte del cine de terror y fantástico que, como reconoce el director, marcó su infancia y juventud.
Sin detenernos dentro de su carrera profesional en cómo este corto ha devenido en largometraje, en pantalla contemplamos, quizás, la vuelta al Burton más esencial, más personal, más sincero. Un Burton que, con desparpajo, incluso se permite auto-homenajearse con gracia y salero.
He vuelto a creer en usted, maestro. Su última obra me ha emocionado desde el primer segundo (aunque el tramo final de la historia se me antoje algo deshilvanado y meteórico). Y es que nos ha ofrecido una generosa obra a los seguidores de su (por muchos denostado) imaginario. Ojo, a sus seguidores adultos, que este filme tiene muy poco de infantil.
No digo más, que luego todo se sabe.
Hasta pronto.

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