martes, 21 de julio de 2009


TODO PODER TIENDE A EJERCER
EL TERRORISMO INTELECTUAL
PARA ASEGURAR LA OBEDIENCIA.
(JOAN GOMIS)

No lo pongo en duda. La fotografía plasma una pose un tanto esperpéntica del Discóbolo de Mirón. Pero la realicé yo, allá por junio, en Alicante, y me hace gracia.

Y la cita, admito que resulta demoledora. Aunque creo que es cierta.

No obstante, y a tiro de iniciar mañana el gran movimiento de tablero, dedico esta entrada a recuperar una sección del verano pasado que intentaba rescatar del imaginario una serie de momentos estelares de mis películas favoritas.

Comienzo con una película de James Bond, El hombre de la pistola de oro (1974), dirigida por Guy Hamilton. Pertenece a la tanda protagonizada por Roger Moore y, en esta ocasión, el malvado es encarnado por Christopher Lee bajo el nombre de Scaramanga. Es precisamente este actor el que nos regala el detalle "Este muerto está muy vivo", pues en una escena que se desarrolla en su guarida, el señor Lee aparece durmiendo sobre un cómodo camastro mientras mantiene un gesto idéntico al del personaje que le dio fama internacional, el Drácula que encarnó para la Hammer cuando reposaba en su ataúd.

También en la misma película, el malvado Scaramanga cuenta con un secuaz: el enano Hervé, que adopta en nombre de lo que se antoja un tierno pastelito, Nick Nack. Al verlo en acción, no puedo dejar de recordar el detalle "Por consiguiente", ya que este actor, en su día, en un programa televisivo del genial e irreverente Javier Gurruchaga, fue caracterizado como una versión menguada de Felipe González, otrora presidente, hecho que provocó mis más sonoras carcajadas.

El tercer detalle igualmente tiene que ver con el agente secreto de Su Graciosa Majestad, si bien lo ubico en su última aventura, Quantum of Solace (2008), del realizador Marc Forster. Y es el detalle "El Hombre de la Máscara de Hierro", por la cuestión de que Daniel Craig, a la sazón el último rostro (y nunca mejor dicho) de Bond, no muda el rictus de su rostro en toda la película, manteniendo una cara de cabreo constante que me invitó a reflexionar acerca de la irrupción del existencialismo en el terreno del thriller.

En la comedia romántica Frankie & Johnny (1991), de Garry Marshall, asistimos al detalle "Capullo". Un encuentro amoroso entre sus protagonistas, Michelle Pfeiffer y Al Pacino, tiene lugar en el mercado de las flores neoyorquino. Considero antológico el instante en que, a sus espaldas, mientras se besan estas dos almas atormentadas, un empleado abre la compuerta trasera de un camión y un tapiz de irisadas flores se convierte en el escenario de su pasión. La poesía muchas veces llega al cine.

El quinto detalle pertenece a la película española de Miguel Courtois El Lobo (2005). Lo denomino el detalle "Yo también fui fan de Los Pecos". Y es que el teñido rubio de Eduardo Noriega no merece otra calificación. Verlo para creerlo.

Selecciono otros dos detalles del filme La Máscara (1994), dirigida por Charles Russell. El primero lo denomino "Amores perros" puesto que alucino con el papel del chucho, al nombre de Milo responde, que acompaña al protagonista, Jim Carrey. Lo considero tan estrella como su cacareante amo. Y el otro, el detalle "La mujer de rojo", se lo dedico a la chica, Cameron Diaz, en su primer papel y antes de quedarse sumamente escuálida. Su entrada en escena, cuando acude al banco, toda vestidita de carmesí, se grabó en mis retinas hasta el día de hoy. Y es que las formas cuentan.

Por su parte, en la comedia Full Monty (1998), de Peter Cattaneo, encuentro otro detalle imborrable: el momento "Chiquilicuatre". La escena que se desarrolla en la cola del paro cuando los protagonistas de dejan llevar por la música de Donna Summer, que entona Hot Stuff, nos proporciona una de las coreografías más hilarantes de la historia del cine.

Y concluyo con dos detalles de Drácula (1992), versión del genio Francis Ford Coppola. El detalle "Sangre fácil" recoge la escena en que Keanu Reeves (Jonathan Harker) es seducido por las tres esposas del vampiro. Entre las tres chupasangres y el bobo romanticón se desarrolla un momento de intenso y sanguinolento erotismo que, todavía, me aturulla. Cuerpos, lenguas, extremidades y colmillos se entrelazan en una danza de la muerte extraordinaria.

Finalmente, y en el mismo filme, destaco el detalle "Carne trémula": la superposición de imágenes que explican la transición entre la decapitación de Lucy (Sadie Frost) y la suculenta cena de Van Helsing (el maestro Anthony Hopkins). Cómo una cabeza voladora deviene en un manjar de carne chorreante que, deleitoso, trincha el cazavampiros merece su reconocimiento.

Bueno, perráncanas y perráncanos. La semana que viene os comentaré el desarrollo de ¡LA MUDANZA! (próximamente en las mejores salas).



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