lunes, 7 de noviembre de 2016

EL DÍA QUE TÚ NO ARDAS DE AMOR,
MUCHOS MORIRÁN DE FRÍO.
(FRANÇOIS MAURIAC)

Pues sí. Parece que, por fin, el frío viene para quedarse.
Valga el alimento del calor de la poesía. ¡Seamos decadentes al estilo de los poetas malditos imitados por los modernistas, por favor! Y seámoslo con este soneto de Rubén Darío, titulado De invierno.

En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de Aleçón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño:
entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos; mírame con su mirar risueño,
y en tanto cae la nieve del cielo de París.