lunes, 25 de agosto de 2014

TODO CONCLUYE, PERO NADA PERECE.
(SÉNECA)

¡Qué poquito, qué poquito queda...!

Varios libros han pasado por mis manos durante estos días estivales: concluí la estupenda cuarta entrega de Canción de hielo y fuego: Festín de cuervos, de George R. R. Martin, y acabo de iniciar la quinta, Danza de dragones; y comencé y aparqué Las aventuras de un chino en China, de Julio Verne, y el Diario de Ana Frank. Ya las retomaré con tranquilidad. 

El caso es que me apetecía dejarme acompañar de algo mucho más liviano y fácil de leer y cuyo argumento girara en torno a lo fantástico y/o terrorífico. Así que aproveché la oferta ofrecida en el escaparate de una librería y adquirí la enorme novela de un antiguo conocido que en su día (cosas de la edad) me atrapó con muchas de sus piezas clásicas: La cúpula, de Stephen King. Las mil y pico páginas de la narración se leen en un santiamén, lo cual se agradece; por ellas pulula, si bien se echa en falta al consabido escritor y/o profesor traumatizado, una multitud de personajes de caracteres muy arquetípicos de esta clase de obras (el del malvado segundo concejal resulta divertido por lo simplón); y, como ya es habitual en él, el autor parte de una interesante idea que acaba por desarrollar de una forma poco fructífera y que concluye con otro de sus habituales remates apocalípticos. Ah, y sin que falte la merecida reflexión: no hay que jugar con las hormiguitas.

En definitiva, un libro de consumo, ligero y apropiado para estas fechas u otras similares. 

Más suerte para otros productos, míster King.

¡Hasta pronto!